Ya pasaron las PASO, y con ellas la primera tanda de bolsones y de ostentosas campañas del año. El próximo aluvión de dádivas y de ecos de viejas promesas incumplidas será en las generales de octubre, cuando cuatro políticos tucumanos se conviertan en felices diputados nacionales.
El escenario de candidatos para tan honorable cargo quedó más o menos como se lo había anunciado. Los multiafortunados alperovichistas Juan Manzur y Osvaldo Jaldo terminaron primeros; segunda, la orquesta del radical José Cano, integrada por el desafinado Acuerdo Cívico y Social y una cada vez menos simpática patota sindical; tercero y cuarto, dos legisladores de derecha: Ricardo Bussi (de la aún agonizante FR) y Alberto Colombres Garmendia (del aún desconocido PRO). La Izquierda de Daniel Blanco terminó festejando el quinto lugar, y la postal recuerda a cuando algún pintoresco país africano clasifica para los octavos en un Mundial de fútbol. Más atrás, Gumersindo Parajón: la cara visible de Alternativa Popular ya salió a avisar que necesita $ 3 millones para campaña. Y cierra la nómina de candidatos Bernardo García Hamilton, del Partido Laborista, quien a este ritmo se quedará sin compañeros de lista antes de octubre.
Todo esto que pasó hace dos domingos se hizo para que los partidos tuvieran candidatos. Las agrupaciones políticas son la forma de representación popular que establece la Constitución Nacional para nuestra democracia. Porque así como todos tenemos que ser hinchas de un club de fútbol, en este país además hay que pertenecer o escoger un partido político para participar del sistema. ¿Pero se habrán preguntado los dirigentes -oficialistas y opositores, veteranos y nuevos- por qué la primera minoría en las PASO fue el 20% del padrón que no acudió a las urnas? El voto en blanco y los impugnados, además, superaron cómodos el 1,5% del requisito para ser candidatos. ¡Pasaban sin campañas ni bolsones! Quizás son síntomas del hartazgo, porque en 2001 se dijo "que se vayan todos", pero siguieron los mismos, con otra pilcha y quizás algo de maquillaje.
El caos será en 2015. En este panorama sin re-re, la guerra electoral será tan sangrienta como la inconclusa saga Game of Thrones, donde las ansias de poder llevan a varios de los protagonistas a desollar a propios y a extraños, incluso con una cuchara de madera.
El peronismo tucumano -igual que el nacional- le está buscando sucesión a un rey que aún no ha muerto en lo político, pero tampoco ha sabido dejar herederos naturales por si el sueño del caudillo eterno se esfuma. Manzurisimo, jaldismo... ¿Gassenbauerismo? Hoy, ninguno suena fuerte. El amayismo huele las heridas que dejaron las Primarias en la Casa de Gobierno y sabe que no tendrá otra chance igual para dar el zarpazo. Detrás, los viejos justicialistas esperan silbando y hablando bajito, pero cuando suenen las trompetas irán a la carga con el más fuerte. Los veteranos saben que la obligada renovación en la Legislatura y en las intendencias sacará a los débiles de la partida. Y de fondo, La Cámpora, que por estas tierras mostró menos adhesión que calcomanía despegada.
José Cano dice ser alternativa, pero los radicales y sus ocasionales aliados no sorprenderán si terminan transformando el canismo en canibalismo. El ACyS hoy ofrece al "George Clooney" autóctono; en las PASO, los primeros en atacarlo fueron sus propios integrantes.
Con tantos espacios políticos dirimiendo quiénes serán reyes y quiénes quedan sin choza, en octubre próximo y quizás en 2015 el pueblo escogerá representantes sin la certeza de si estos representan un partido, el interés de un caudillo o un proyecto superador. Entonces, tampoco habrá que sorprenderse si otra importante porción de la sociedad elige no elegir a nadie.