La muerte tiene esas cosas raras en las redacciones de los diarios. La parálisis y la reflexión duran segundos. Tal vez tres minutos. En el acto, el periodista es presa de su adrenalina y empieza a producir más que nunca. Por eso los lectores tuvieron decenas de notas en LAGACETA.com a menos de una hora de la muerte. Los demás empezaron de nuevo su tarea en el mismo momento en el que estaban diciendo “hasta mañana”.
No era para menos. Se trataba de la muerte de un súper hombre. De esos que no hay a la vuelta de la esquina. Mandela era capaz de abrazar al enemigo. Tuvo la sabiduría y la humildad de respetar a quien lo había pisoteado. Justificó la muerte por sus ideales, pero también los abandonó cuando lo que estaba en juego eran la paz y la comunión de los hombres. Los tres minutos de parálisis fueron un homenaje para un súper hombre que pasó por la tierra.