Cinco tucumanos que fueron a trabajar en una hostería de El Rodeo, en Catamarca, sobrevivieron al alud de agua, lodo y piedras de la semana pasada, que dejó 13 muertos y hay cinco desaparecidos. Abigail y Leonardo Acevedo, Silvina Ibarra, María Luna y David Abregú todavía no pueden salir del asombro y se les eriza la piel cuando relatan los 90 minutos más “horribles” de sus vidas.
Leonardo Acevedo, Abregú e Ibarra estaban en la cocina del lugar, mientras que Abigail Acevedo y Luna eran mozas. “Esa noche estaba lleno. Más de 50 personas había en el salón y en las mesas de afuera”, aseguró la muchacha. “Durante el día hizo un calor tremendo. Empezó a desmejorar a las 19 y a las 21 comenzó a caer una llovizna”, indicó la joven.
Cerca de las 22.30, la moza sintió un temblor. Se acercó hasta la puerta y vio con estupor cómo avanzaba el agua. “Parece que hubieran abierto una compuerta”, ejemplificó. Luego entró a la hostería, fue hasta su habitación, recogió el bolso con sus pertenencias y logró arrastrarlo hasta la parte superior de un freezer. “Queríamos salir, pero las puertas estaban bloqueadas con barro”, añadió. En ese momento se da cuenta de que le costaba caminar porque el agua con barro le llegaba hasta las rodillas.
La moza vio con estupor cómo un tubo de gran tamaño se desprendió de una válvula que abastece de gas a la cocina. “Aquí volamos todos”, dice que pensó.
A Leonardo se le ocurrió juntar unos cajones de verduras y otros muebles para acceder a una ventana y subir al techo. Allí treparon primero algunos hombres, ayudaron después a los niños y luego a las mujeres. “Eramos más de 50 ahí arriba. Algunos estaban paralizados y otros lloraban”, describió Ibarra. Allí permanecieron mucho tiempo. Sólo alcanzaban a ver qué ocurría “cuando iluminaban los rayos” de la tormenta, dijo Luna.
“Nadie pensó que íbamos a salir de ahí”, agregó Abregú. Luego pasaron a un techo vecino más rústico. En los primeros minutos del viernes 24 bajaron y, ayudados por la policía, fueron guiados hasta una hostería, a 150 metros. Allí se sintieron a salvo y lejos de la muerte. “Algunas cosas recuperamos; otras, no. Para volver a Tucumán pagamos los boletos con lo que teníamos en las billeteras. Aún resta pagarles el sueldo a los cocineros”, resumió Abigail.