28 Enero 2014
"Esa noche pensé que me moría", dijo una tucumana víctima del alud en Catamarca
Patricia Soria sobrevivió al alud de agua, barro y piedras que destruyó dos pueblos catamarqueños. La mujer se hospedó en la hostería Villafañez, que terminó sepultada por la correntada de agua, lodo y piedras. "Le mandé un mensaje de despedida a mi hija".
RECONOCIMIENTO. El fiscal Roberto Mazzuco identifica los últimos dos cuerpos de mujeres, hallados en la zona de El Rodeo tras el alud. telam
- “Se está inundando. Dios. Rezá por favor!!!”.
- “Qué se está inundando???”
Este corto diálogo a través de mensajes de texto es el que mantuvo Patricia Soria con su hija, la noche del jueves 23 pasado, cuando un alud de agua, barro y piedras destruyó las poblaciones catamarqueñas de El Rodeo y Siján. Hasta ayer eran trece las personas fallecidas y cinco los desaparecidos.
Soria es docente tucumana y llegó a la villa turística de El Rodeo el sábado 18 junto a tres amigas. Se hospedó en la hostería Villafañez, destruida por completo por la correntada.
Decisión
“Esa noche había mucha gente porque cantaba Abel Pintos. Ibamos a ir al recital pero yo estaba enferma, así que decidí quedarme en la hostería”, narró la mujer.
“Estaba acomodando mis valijas porque al otro día me volvía a Tucumán por mi estado de salud”, indicó.
“Me bañé y fui a cenar. Me senté en una mesa sola y alrededor mío había dos familias catamarqueñas. Bajando cuatro escalones había un salón con juegos electrónicos para niños y dos mesas de billar, repleto de gente”, señaló la mujer.
En un momento dado se le acercó la moza y muy asustada le preguntó si había sentido el ruido que venía de afuera.
“Le dije que no porque estaba muy fuerte la música. De repente comenzó a moverse la mesa y el mantel y veo en la calle un auto que comenzó a moverse y un alud de agua y barro que los arrastraba como barquitos de papel”, manifestó Soria.
Eran las 23 y una mezcla de pánico, miedo y desesperación rodeó a los que estaban en el lugar.
“El agua entró en el salón, era negra y avanzaba rápido. El dueño de la hostería, Fernando Villafañez, me hizo entrar al centro del local. Estaba lleno de gente”, recordó la docente.
Según Soria, “había personas llorando y comenzaron a subirse a las mesas. Cuando estaba abajo, sobre el piso el barro me llegaba a las rodillas, cuando subí a una mesa blanca me tapaba los pies”, ejemplificó.
“La oración nos unió a todos. Algunos lloraban y otros optamos por rezar”, dijo.
Mientras un grupo de personas se quedó en el interior de la hostería, otros decidieron subir al techo del lugar. “No quise subirme porque llovía mucho y me iba a morir de frío”, agregó Soria.
“Esa noche pensé que me moría, por eso le mandé un mensaje de despedida a mi hija”, confesó.
La situación estaba tan tensa que Soria se enojó y retó a una mujer que lloraba en forma desconsolada.
“ ‘Basta, no llorés más, ¿no ves que ponés más nervioso a tu hijo?’, le dije con mucha bronca”.
La maestra perdió noción del tiempo y el espacio durante el lapso que pasó al correntada.
El cocinero de la hostería les avisó cuando comenzó a bajar el agua. Entonces Villafañez los llevó a un local del frente y subieron a una especie de terraza. “Nos dijeron que no nos moviéramos de ahí. Eramos unas 15 personas. Luego nos trasladaron a un lugar más seguro cerca de ahí. Parece que funcionaba un boliche”, sostuvo.
“Cuando salió el sol volví a la hostería de Villafañez. Estaba todo lleno de barro. Un desastre. Los autos estaban apilados. Un hombre me ayudó a entrar a mi habitación y saqué las valijas. Estaban todas sucias”, relató.
Allí logró comunicarse con sus amigas, que estaban a unos 25 kilómetros, pero no podían volver porque estaba cortado.
Penoso regreso
“Con ellas me encontré por la mañana en la zona del mástil”, agregó.
Mientras el viernes 24 las imágenes del desastre de El Rodeo recorrían el mundo, Soria se subió a un colectivo que puso a disposición de los damnificados el gobierno catamarqueño y fue hasta la Capital. De ahí tomé un ómnibus y me volví a Tucumán”.
El alud también destrozó por completo el pueblo de Siján, que está separado de El Rodeo por una montaña.
Soria remarcó una palabra que se dio en todo momento: solidaridad. Pero la experiencia vivida ha sido muy fuerte. Sigue shockeada. “Aún siento una angustia muy grande. Hay imágenes que nunca más se me van a borrar”.
- “Qué se está inundando???”
Este corto diálogo a través de mensajes de texto es el que mantuvo Patricia Soria con su hija, la noche del jueves 23 pasado, cuando un alud de agua, barro y piedras destruyó las poblaciones catamarqueñas de El Rodeo y Siján. Hasta ayer eran trece las personas fallecidas y cinco los desaparecidos.
Soria es docente tucumana y llegó a la villa turística de El Rodeo el sábado 18 junto a tres amigas. Se hospedó en la hostería Villafañez, destruida por completo por la correntada.
Decisión
“Esa noche había mucha gente porque cantaba Abel Pintos. Ibamos a ir al recital pero yo estaba enferma, así que decidí quedarme en la hostería”, narró la mujer.
“Estaba acomodando mis valijas porque al otro día me volvía a Tucumán por mi estado de salud”, indicó.
“Me bañé y fui a cenar. Me senté en una mesa sola y alrededor mío había dos familias catamarqueñas. Bajando cuatro escalones había un salón con juegos electrónicos para niños y dos mesas de billar, repleto de gente”, señaló la mujer.
En un momento dado se le acercó la moza y muy asustada le preguntó si había sentido el ruido que venía de afuera.
“Le dije que no porque estaba muy fuerte la música. De repente comenzó a moverse la mesa y el mantel y veo en la calle un auto que comenzó a moverse y un alud de agua y barro que los arrastraba como barquitos de papel”, manifestó Soria.
Eran las 23 y una mezcla de pánico, miedo y desesperación rodeó a los que estaban en el lugar.
“El agua entró en el salón, era negra y avanzaba rápido. El dueño de la hostería, Fernando Villafañez, me hizo entrar al centro del local. Estaba lleno de gente”, recordó la docente.
Según Soria, “había personas llorando y comenzaron a subirse a las mesas. Cuando estaba abajo, sobre el piso el barro me llegaba a las rodillas, cuando subí a una mesa blanca me tapaba los pies”, ejemplificó.
“La oración nos unió a todos. Algunos lloraban y otros optamos por rezar”, dijo.
Mientras un grupo de personas se quedó en el interior de la hostería, otros decidieron subir al techo del lugar. “No quise subirme porque llovía mucho y me iba a morir de frío”, agregó Soria.
“Esa noche pensé que me moría, por eso le mandé un mensaje de despedida a mi hija”, confesó.
La situación estaba tan tensa que Soria se enojó y retó a una mujer que lloraba en forma desconsolada.
“ ‘Basta, no llorés más, ¿no ves que ponés más nervioso a tu hijo?’, le dije con mucha bronca”.
La maestra perdió noción del tiempo y el espacio durante el lapso que pasó al correntada.
El cocinero de la hostería les avisó cuando comenzó a bajar el agua. Entonces Villafañez los llevó a un local del frente y subieron a una especie de terraza. “Nos dijeron que no nos moviéramos de ahí. Eramos unas 15 personas. Luego nos trasladaron a un lugar más seguro cerca de ahí. Parece que funcionaba un boliche”, sostuvo.
“Cuando salió el sol volví a la hostería de Villafañez. Estaba todo lleno de barro. Un desastre. Los autos estaban apilados. Un hombre me ayudó a entrar a mi habitación y saqué las valijas. Estaban todas sucias”, relató.
Allí logró comunicarse con sus amigas, que estaban a unos 25 kilómetros, pero no podían volver porque estaba cortado.
Penoso regreso
“Con ellas me encontré por la mañana en la zona del mástil”, agregó.
Mientras el viernes 24 las imágenes del desastre de El Rodeo recorrían el mundo, Soria se subió a un colectivo que puso a disposición de los damnificados el gobierno catamarqueño y fue hasta la Capital. De ahí tomé un ómnibus y me volví a Tucumán”.
El alud también destrozó por completo el pueblo de Siján, que está separado de El Rodeo por una montaña.
Soria remarcó una palabra que se dio en todo momento: solidaridad. Pero la experiencia vivida ha sido muy fuerte. Sigue shockeada. “Aún siento una angustia muy grande. Hay imágenes que nunca más se me van a borrar”.
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