Alejandro Sabella, el hombre que guardaba los 30 enigmas, llegó temprano y se fue a tomar un café a un bar más referenciado con el jet set que con el entrenador de tan bajo perfil. Era el protagonista del día, y tuvo que seguir esperando hasta el final de un show a toda pompa, organizado por el Gobierno, que se enancó en la expectativa de la nómina pre mundialista para presentar periodistas y coberturas de los 64 partidos del Mundial en forma gratuita por la TV pública y la digital.
No hubiera tenido Sabella que ponerse el traje si se hubiera seguido el plan inicial, de publicar la lista en la página de la AFA. Entró al estudio 1 del edificio que nació con el nombre de Argentina Televisora Color (ATC) en tiempos de la peor dictadura, justamente en la previa de otro Mundial, el de 1978.
Se sentó junto al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y del otro lado Julio Grondona, antes de parecer dormido en un paneo, junto al portavoz presidencial Alfredo Scoccimarro. Por primera vez el canal estatal podrá transmitir los 64 partidos porque le pagó a TyC, la empresa que tiene los derechos.
En los mundiales anteriores, el gobierno de turno sólo podía acceder a los partidos del seleccionado argentino en forma directa a partir de un decreto del gobierno de Carlos Menem en la previa del Estados Unidos 94.
Los medios habían dado la lista antes, pero oficialmente fue el portavoz de AFA, Ernesto Cherquis Bialo, quien la leyó con cada apellido delante del nombre, mientras Sabella miraba y seguía esperando su turno. Hasta que al final, habló Sabella, con la humildad que lo caracteriza. Agradeció y pidió perdón, las máximas de un hombre respetuoso. Le dio las gracias a los jugadores que tuvo y pusieron al seleccionado en el Mundial, y se disculpó con aquellos que estuvieron y ya no estarán. No merecía esperar tanto.