RÍO DE JANEIRO.- La crudeza con la que la realidad desmiente la versión alegre y edulcorada que muestran las publicidades del Brasil premundialista se va intensificando a medida que se acerca el 12 de junio. El horno del país vecino está para cualquier cosa, menos para bollos: inseguridad, saqueos, impuestos elevados, presupuestos largamente excedidos, obras sin terminar, entre otras improlijidades, ha detonado el estallido social en todos sus estratos. Protestan todos, desde los indígenas hasta los policías, pasando por los docentes, los médicos y los transportistas. El clima de descontento social pone al Mundial 2014 en riesgo de ser para los brasileños una catástrofe peor que el “Maracanazo” del 50.
No obstante, las protestas de los grupos anti Mundial son un misterio para Andrés Iniesta, uno de los emblema de la selección española, que no entiende el enojo de los habitantes. “Es la Copa en el país del fútbol, y nada es más bello que esto. Todos deberían festejar”, expresó el mediocampista de Barcelona, entrevistado por un portal brasileño.
El futbolista de La Mancha ya había sigo testigo junto a sus compañeros, durante la Copa Confederaciones del año pasado, de las masivas protestas callejeras contra los millonarios gastos del gobierno brasileño para organizar el Mundial y en demanda de mejores servicios públicos de educación, salud y transporte.
“No soy quien para opinar sobre los otros, en especial sobre los problemas de Brasil. Sólo digo que me suena raro”, agregó Iniesta, una de las estrellas en las que se apoyará España para ir en busca del bicampeonato.
El brasileño Luiz Gustavo, volante del Wolfsburgo, se mostró más comprensivo con las inquietudes de sus compatriotas, aunque llamó a la unión de todos con la esperanza de que el Mundial transcurra en forma pacífica y no se transforme en una imagen vergonzosa para la historia del país.
“Puedo entender a la gente que sale a las calles. Brasil necesita más seguridad, también el sistema sanitario es malo en muchos lugares”, admitió el futbolista de 26 años, pero confió en que la pasión por el fútbol de los cerca de 200 millones de brasileños será más fuerte: “necesitamos a todo el país y eso lo sabe también la gente. Por ello nos apoyarán”.
La fe de Luiz Gustavo contrasta con la manifestación de docentes que hace pocos días interrumpió un entrenamiento de la “verdeamarelha”, para pedir mayores inversiones en educación en lugar de tanto malgasto público para el Mundial. “La Copa fuera del campo no es problema de la selección. El que tiene que construir carreteras no el futbolista, sino el Gobierno”, se quejó el entrenador, Luiz Felipe Scolari.
El error de Havelange
Como si el clima no estuviera suficientemente sulfurado, Joana Havelange, directora del Comité de Organización del Mundial, encendió otra polémica al publicar una frase muy poco feliz en una red social: “lo que tenía que ser gastado o robado, ya fue hecho”.
Las inoportunas declaraciones de la nieta de Joao Havelange, predecesor de Joseph Blatter en la presidencia de la FIFA, apuntaron a que las protestas “debieron ocurrir antes”. No conforme, la directiva agregó: “ no apoyo ni comparto y no me vestiré de negro en ningún día del Mundial. Yo quiero que quien venga de afuera vea un Brasil lindo, acogedor, que sabe ser gentil. Quiero que el que venga quiera volver. Mi protesta contra la Copa será en las elecciones. Destruir lo que tenemos hoy no cambiará lo que será hecho mañana”, concluyó Havelange. (Dpa-Especial)