Política y economía van de la mano. Y Cristina Fernández sabe que necesitará, al menos, sostener una actividad que -aunque sea leve- repunte en base a dos de los pilares que sostuvieron el modelo durante la década ganada: el gasto público y el consumo. Claro que en estos tiempos, eso no parece una tarea sencilla. La presidenta de la Nación trata -por todos los medios- que la transición económica argentina no sea políticamente caótica. En otras palabras, que no haya situaciones de ingobernabilidad del país.
Desde el último trimestre del año pasado, las cámaras que representan al empresariado argentino se han dado cuenta de que pueden plantearle, públicamente, algunas situaciones al Gobierno, sin que eso signifique represalias. Claro que los resultados electorales de medio turno también contribuyeron a la pérdida de miedo hacia el kirchnerismo. Hace poco más de una semana, en Salta, miembros del Instituto para el Desarrollo Empresarial Argentino (IDEA) mostraron cierto giro en la percepción del futuro económico. Y sonó muy fuerte una frase compartida por muchos de los asistentes: “el actual Gobierno está jugando en tiempo de descuento”. Así aludían al recambio de gestión que se dará dentro de un año y medio. Ponderaron, no obstante, el giro que adoptó Cristina Fernández para tratar de lograr que la Argentina se reinserte en el mercado financiero internacional. La actual administración necesita dólares. Y los que no llegarán a través de la soja pueden ser compensados, en el segundo semestre de este año, por capitales foráneos. El economista Mario Blejer fue quien ha sostenido, públicamente, que se repatriarán capitales -tras los acuerdos con los acreedores- que en cierta medida ayudarán a compensar el ingreso de divisas que necesita el país.
Mientras los economistas se debaten entre la recesión y el estancamiento de la economía, los analistas políticos observan los tibios movimientos preelectorales que -hasta ahora- no logran minar el poder de Cristina. “La oposición no está tomando definiciones políticas que comprometan la gobernabilidad. Cada cual arma su propia estrategia. Lo electoral no es aún una amenaza para la Presidenta”, dice el analista Sergio Berensztein. Según el consultor, en la sociedad se percibe la misma sensación que en los entornos económicos: los niveles de conflictos están por debajo del de otros países de la región, con esa idea en los sectores medios de que se está disfrutando de lo que pasará después de 2015, más que preocuparse de lo que está pasando ahora con su economía. La sociedad argentina no se ha movilizado como lo hizo la brasileña (ahora por el Mundial) o como los estudiantes chilenos para expresar su malestar o su descontento con la gestión.
Lo que resta de 2014 puede ser el escenario de lo que vendrá en 2015. La apertura al crédito internacional es una variable necesaria para el último tramo de la gestión de Cristina Fernández. El Producto Bruto Interno (PBI) puede cerrar este año entorno de una caída del 0,5% o de un 1%, pero se recuperará a un 2,5% en 2015, según las proyecciones del estudio Bein & Asociados. El mismo análisis proyecta un cierre del dólar para este año en torno de $ 9,25 para la cotización oficial. La inflación seguirá marcando la cancha: entre un 32% para la visión más optimista y un 40%, para aquellos que creen que la dinámica de los precios no se detendrá.
¿Con qué variables nos encontraremos en 2015? El dólar puede seguir funcionando como semiancla ($ 11 a fines de 2015), con paritarias al 28/30% y una inflación un escalón más abajo que este año. “El dato a monitorear en este escenario es la relación entre reservas y tasa de interés. Cuanto mayor sea la caída en las reservas, mayor va a ser la tasa requerida para estirar este escenario hasta el cambio de Gobierno, amén de la “tradicional” incertidumbre cambiaria que -justificada o no- conlleva todo cambio de administración”, plantea Bein & Asociados.
En el camino, el Gobierno está más que obligado por las circunstancias a bajar el gasto público lo que, en otras palabras, significa avanzar en un ajuste fiscal y financiero que implicará, indudablemente, un costo político. Ese siguiendo el dilema del fin del ciclo kirchnerista.