Tom por lo general aparece tranquilo. Nadie imagina que con esa placidez pudiera llevarse mal con Jerry. Hasta que empieza la persecución. Cuando finaliza todo es un caos. Uno está magullado, el otro herido y los caminos que ellos atravesaron en sus correrías están destruidos. Todo roto.
No hay diferencia con lo que transcurre en Tucson. ¿Qué los lleva a Tom y a Jerry a la trifulca? William Hanna y Joseph Barbera, sus creadores, los hacen correr por venganza, por el simple interés de molestar al otro, porque los dos quieren lo mismo, por instinto o mejor dicho por la naturaleza de cada uno o simplemente por un malentendido que después no puede aclarar ni Tom ni Jerry.
Esta relación es exactamente igual a la de José Alperovich con Domingo Amaya. A veces ninguno sabe exactamente por qué se pelean ni por qué se persiguen. Y, si lo saben, son incapaces de decirlo. Prefieren la discusión o la pelea antes del acuerdo. Sus exégetas tratan de explicar a uno o al otro y terminan peleándose entre ellos el “goalkeeper” que usa saco de senador o el concejal que se pone traje de secretario de Gobierno.
Si un día de estos el dibujo animado borrara a Tom, Jerry desaparecería de pena, por ausencia o de aburrimiento. Sería como desenchufar el pulmotor de un enfermo.
En Tucson pasa lo mismo. Si Amaya desapareciera, ¿con quién pelearían los alperovichistas? Si el gobernador dejara la política, la existencia de Amaya perdería sentido. Cada uno de ellos busca mostrarse distinto. Toda la artillería de la gestión “sijosesista” apunta a diferenciarse, a hacer cosas que no se realizan en la Municipalidad de Capital, sin embargo se hace pensando en Amaya, en molestarlo a Amaya. Y viceversa. Y aunque usted lector que está recorriendo estas líneas sienta empatía con Tom o con Jerry, sepa que detrás está la Metro-Goldwin-Mayer. Son lo mismo. Amaya no puede decir que hoy se está enterando que Alperovich es distinto a él cuando pasó una década compartiendo gustos, disgustos, mañas y formas. Alperovich tampoco puede sorprenderse de las acciones, inacciones, marchas y contramarchas del “Colorado”.
Los cristinistas Amaya y Alperovich ya no pueden seguir dando vueltas. Ambos esperan… ¿Qué? Son incapaces de sentarse y decirse la verdad en la cara y resolver si Amaya estará en la fórmula del alperovichismo en 2015 o no. La complicación no es mayor. Al contrario, si por los peronistas fuera, ellos apostarían al trabajo conjunto. Sin embargo, estos dos hombres que presumen con sus respectivas gestiones, son incapaces de armar, de concertar entre ellos. Tan infeliz como las microhistorias de Tom y Jerry que jamás podrán abrazarse para la pantalla ni tampoco podrán separarse definitivamente, porque si uno desaparece, la historia se termina.
Por lo bajo en la Casa de Gobierno hablan de traidores, desagradecidos, tramposos y mentirosos. En la Municipalidad se quejan de actos de corrupción, de poca seriedad y de menos peronismo.
Rebelión en el gallinero
En los últimos días, en un simulacro de toma de decisiones, el gobernador engoló su voz y dijo: vamos a internas para definir los candidatos a gobernador. Más de lo mismo. El mensaje fue para otro capítulo de Tom y Jerry. El único que puede entender ese mensaje es Amaya; al resto la interna no le interesa. Entre los candidatos hay dos miembros del gabinete nacional: Papá Noel, el secretario de Obras Públicas de la Nación, José López, que cada vez que habla promete un obra; y el “hombre que Alperovich inventó” y la Justicia alivió. Hay otros dos más: la esposa del gobernador, Beatriz Alperovich, cuyas caminatas no le alcanzan para revertir la imagen negativa y Osvaldo Jaldo, a quien su obsecuencia “sijosesista” se le está volviendo en su contra. Será difícil que estos cuatro acepten ir a internas en el PJ, y, si no, ¿aceptarán que sea el gobernador el que decida por sus futuros? Por pensar sólo en Amaya, metió en el mismo laberinto a los demás candidatos propios.
Mientras Alperovich y Amaya juegan a las escondidas espiándose en el momento de contar, los dirigentes se pelean como gatos y ratones. En la Legislatura, por ejemplo, se conformó la armada del gallego. Juan Antonio Ruiz Olivares distribuye candidatos a intendentes en todos los municipios. Busca confrontar con los actuales jefes de ciudades que, en su mayoría, tienen el sí flojo. “Sí, mi amor” señalan y ponen a sus esposas para reemplazarlos, o mejor dicho para que el negocio político no dé pérdidas.
En este marco estalló la pelea. José Gutiérrez se hizo el “gallito” al mostrarse dispuesto a que se haga un pedido de informes para que Jaldo explique sobre supuestas irregularidades en las comunas. En realidad, el legislador está desnudando la desigualdad de fondos que tienen los que se alejan del calor del “sijosesismo”. Paralelamente el mensaje que esconde esta jugada de Gutiérrez es que los legisladores oficialistas apuestan a quien fuera investigado por la Justicia Federal por enriquecimiento ilícito y harán todo lo posible por deteriorar la imagen de Jaldo, quien desde el Ministerio del Interior hace de las suyas. A este se suma el senador Sergio Mansilla, quien toda la semana se ocupó de atacar a Amaya mientras arma candidaturas con los intendentes actuales y sus respectivas cónyuges.
Revancha a fuego lento
En la Universidad Nacional de Tucumán empiezan a velarse las armas. La asunción de la rectora Alicia Bardón parecía el final de una larga campaña y de rencillas que se tramaron durante los últimos meses. Los tentáculos de la política vernácula habían echado sólidas raíces. La Cámpora y el alperovichismo fueron germinando, regados por la inacción del ex rector Juan Cerisola. También encontraron campo orégano los radicales de los diputados José Cano y Luis Sacca. “Sí juro”, dijo Bardón pero por lo bajo y casi para sí misma parece haber dicho: “Sí juro que voy a desarmar las estructuras políticas”. No por mucho juramento se cumplirán los anhelos.
Bardón gobierna a ritmo lento. Controla cada gasto y espera reducir el déficit de la UNT cerrando algunas consultorías y contratos que le dejó su ex compañero de cruzada.
Algunos hombres de La Campora cocinan a fuego lento una venganza. No entienden las actitudes de la primera mujer que se sienta en el principal sillón universitario. “Nosotros aceptamos el desafío y nos ocupamos de enfrentar a Sacca y hasta lo sacamos de los lugares de mayor poder. También hubo una cruzada importante de Mario Leal (anterior responsable de Extensión) contra el entonces senador Cano. Los sacamos a los dos. En realidad, desarticulamos dos importantes proveedurías que tenían los radicales. Quisieron volver y no pudieron y ahora los que miramos la película desde la butaca somos nosotros”. Así piensa más de un dirigente camporista que no deja ponerle condimentos a la olla donde se cuecen las broncas contra Bardón.
Morderse la lengua
Uno de los problemas más serios por los que atraviesan los políticos es que suelen llegar por sus méritos o por sus logros y, cuando están arriba, si la corrupción no los esconde, empiezan a hacer lo que mandan las encuestas o lo que creen que es correcto. Es inevitable. Nadie se ha salvado de esa instancia. Alperovich esta semana quiso decir lo que no dijo y terminó diciendo lo que no debía decir. Es inevitable. Su esposa ya había metido la pata. Y él no quiso ser menos. Este jueves, cuando contó lo que le dice al ministro de Seguridad Jorge Gassenbauer, señaló que “el delito va mutando: si no es la droga, es la villa de emergencia…”. ¿Qué habrá querido decir el mandatario provincial? Alperovich niega la pobreza, pero la estigmatiza.