Tiene un notable sentido del humor. Mientras expone ante más de 30 periodistas de Latinoamérica, Jules Jaffe bromea sobre sus nervios al enfrentar, tiempo atrás, su primera entrevista televisiva. El científico es un experto oceanógrafo. En 1985 se hizo famoso por ser el hombre que encontró el Titanic. En aquel histórico hallazgo ideó un sistema óptico que sirvió para localizar los restos del barco en las profundidades del mar.
Todo había comenzado una mañana cualquiera, de principio de los ‘80, cuando Jaffe recibió una llamada de su colega Robert Ballard. “Quiero encontrar el Titanic -le dijo- y vengo a invitarte a que me ayudes a lograrlo”. Así comenzó un largo proceso que culminó con éxito en 1985, cuando hallaron al gigante transatlántico, que llevaba más de siete décadas bajo el océano sin que nadie pudiera saber el sitio exacto.
En San Diego, California, al relatar aquella historia, Jaffe se lo toma con tanta naturalidad que lo cuenta como alguien que encontró un billete tirado en el piso. Asegura que para estudiar bajo las aguas, la tecnología es boba. El investigador oceanógrafo trabaja en el laboratorio de Marina Física en San Diego.
Ante el auditorio, el experto expone sobre el misterio del vuelo MH370 de Malaysian Airlines. El avión despegó el 8 de marzo desde Kuala Lumpur con 239 personas a bordo y cayó al mar. Al principio, las señales acústicas indicaban una supuesta zona de la caída. Sin embargo, las tareas de dragado de un robot submarino fueron infructuosas. Jaffe resalta que en su laboratorio trabajan en la creación de un sistema de transmisión acústica que se desplace en las profundidades del mar para diseñar una suerte de Google Maps dentro del océano. Expone en el “Taller Jack F. Ealy de Periodismo Científico”, organizado por el Instituto de las Américas de la Universidad de California en San Diego y la Fundación Ealy Ortiz. En la 11° edición latinoamericana, encabezada por Lynne Walker, cuenta con la participación de periodistas de México, Chile, Bolivia, Colombia, y Panamá.
En el sur del Índico
A más de tres meses de la desaparición del avión, esta semana, se conoció una nueva hipótesis sobre el caso. Las autoridades australianas sospechan que el Boing 777 volaba sobre la zona sur del Océano Índico, en piloto automático y con la tripulación inconsciente por falta de oxígeno.
Los intentos por localizar la aeronave han sido infructuosos hasta el momento. Ahora, los expertos reiniciaron la búsqueda cientos de kilómetros más al sur respecto de los operativos anteriores.
El hombre que encontró el Titanic afirma que será difícil localizar los restos del avión, mientras no se establezca la delimitación de una zona. Advierte que el océano es opaco y que la tecnología no está desarrollada lo suficiente para encontrarlo.
Jaffe recomienda efectuar un intercambio de datos entre los expertos en aeronáutica, en seguridad aeroportuaria y los oceanógrafos. “Hay que compartir información veraz para no buscar como si fuese una aguja en un pajar”, sostiene.
Una eminencia del mar
En un salón del Instituto de las Américas en la Universidad de California en San Diego (UCSD), el científico continúa su exposición. En una pantalla muestra en imágenes el supuesto recorrido del avión sin rastro. De pronto, Jaffe gira la mirada hacia la puerta de la sala. Le llama la atención alguien que ingresa en ese instante. Frunce el ceño para ver a la distancia y, al tomar en cuenta quién es el visitante, sonríe complacido y con un gesto de sorpresa. “Veo que ha llegado Walter Munk -dice ante el auditorio-. Es el mejor oceanógrafo de nuestro tiempo”, remarca.
Ver el curriculum de Munk es descubrir que realmente es una eminencia en el tema. Es el hombre que convenció a la Marina de los Estados Unidos que era mejor postergar un día el histórico desembarco en Normandía. A partir de sus estudios sobre los océanos advirtió a las tropas aliadas que la altura de las olas iban a complicar el desembarco anfibio. Los estrategas militares tomaron en cuenta sus recomendaciones, le hicieron caso y el desembarco en Normandía se produjo al día siguiente, el histórico 6 de junio de 1944.
Así se entiende la forma en que Jaffe interrumpe su disertación para saludar a Munk. Es como un Nobel de los océanos. Munk tiene 96 años, el pelo blanco, la mirada azul y la piel rojiza. A su edad, todavía sigue haciendo expediciones al mar. Tiene tanta fortaleza y pasión que contagia entusiasmo. Al final, todos quieren una foto con Munk. Sonriente posa ante los celulares. Hay un desfile de más de treinta personas esperando por un flash, un instante de recuerdo. Parece Gabriel García Márquez en los tiempos en que aparecía en público y nadie lo dejaba salir hasta que se tomara una foto.