Pasó el Mundial, salimos segundos. Una posición incómoda, difícil de digerir, menos de aceptar. Imagínense si hablamos de políticos. Para 2015 todos están apostando al primer lugar en las boletas, ya sea a la presidencia, a la gobernación, a los cargos municipales y comunales. Ese partido lo están jugando todos, incluso antes de que rodara la pelota en Brasil, se acentuará en los próximos días y se volverá parte de la agenda diaria en los meses por venir. Los aspirantes a la Casa Rosada se cansarán de ir y venir por la geografía nacional tratando de que sus apellidos se hagan más conocidos para aparecer en cualquier encuesta de opinión y luego ver por qué espacio (primero, segundo o tercero) pueden discutir con el resto de los competidores. El tema hoy pasa por “acomodarse”, ocupar un lugar -por chiquito que sea-, tener un espacio básico de pelea y desde allí sostener una postulación. Para algunos es cuestión de salvación, hasta de vida o muerte.
En Tucumán, el primer espacio es el territorio de influencia; allí deben ratificar su ascendencia los principales referentes y luego mirar los circuitos, comunas y municipios laterales. El tema de las tres secciones electorales es palabra mayor. Ese mapa es para que lo tengan en cuenta los que quieren heredar el sillón de Lucas Córdoba; ver dónde están más flojos, si al centro, al este o al oeste. Los “gobernables” tienen que colocar alfileres en un gigantesco papel territorial para indicar fortalezas y debilidades. Al igual que aquellos que quieren reemplazar al cristinismo en la Casa Rosada, los que aspiran a heredar al alperovichismo ya andan “caminando” la provincia. Casos concretos: José Cano, el diputado radical, y Domingo Amaya, el intendente capitalino. El primero demostró en las últimas elecciones que su fortaleza política está en San Miguel de Tucumán, por lo que debe hacer de “caminante” por el interior, donde, precisamente, el peronismo tiene sus principales bastiones. Perforar la preferencia por el justicialismo en las secciones II y III será el verdadero desafío del candidato radical. Algo similar sucede con el jefe municipal: tiene su base territorial en la capital y debe extender sus brazos hacia el interior. En los últimos meses ha salido de visita a las principales ciudades del interior para hacer pie con su figura. Seguramente, con el correr de las semanas, esas salidas se multiplicarán.
En esa carrera, ambos dirigentes le están sacando una mínima luz a Manzur, que aún debe “bajar” a la provincia para instalar su sonrisa con más fuerza. El ministro de Salud Pública sabe que cuenta con una leve ventaja política sobre el resto de los competidores: aún Alperovich no le bajó el pulgar. Eso es mucho decir, por más que circulen otros nombres. “Tapaditos” todavía no hay en el alperovichismo. Los peronistas que están lanzados hacia la gobernación saben, también por ahora, cuál es la palabra clave: “negociación”. El que mejor trabajo territorial realice y le garantice un triunfo al titular del PE va a jugar con buenas cartas en esa futura mesa de tratativas políticas. Para eso son las carreras territoriales, donde hay que abarcar lo más que se pueda; allí juega todo: encuestas, “adquisición” de dirigentes, levantar “en carretilla” a los heridos del otro bando, imagen, presiones, amagues políticos de ruptura, discurso político, alianzas nacionales, recursos.
En la “capi” pasa otro tanto. El PJ es el que tiene que inquietarse más por “recuperar” políticamente el principal circuito electoral, ya que la UCR amenaza seriamente con arrebatarle la intendencia, a partir de los últimos resultados comiciales. Así se entienden el proyecto de gestión “Tucumán en acción” o la creación de la secretaría de Saneamiento y Mejoramiento de Espacios Públicos. Se pergeñaron para mejorar la imagen del oficialismo en la ciudad, al margen de que la implementación de estas ideas impliquen disputas por espacios entre dirigentes del propio alperovichismo. Iniciativas que también esconden peleas territoriales internas.