El mundo se ha estremecido esta semana. La guerra es una mala palabra que nadie debería tener autoridad para expresar. Un misil Buk atravesó el corazón de la humanidad, y como diría María Elena Walsh, otra vez “un olor a espanto nos enloqueció”. Ni Israel ni Palestina ayudaron a la ilusión ni a la esperanza. Por las dudas se pudiera pensar que esa inmundicia de la guerra pudiera no atravesar a la sociedad tucumana, en plena Plaza Independencia se recordó que han pasado 20 años del atentado en la AMIA y sólo quedan dolor, escombros y certezas de encubrimiento. Simón Litvak, titular de la Kehilá de Tucumán sintetizó: “no merecemos seguir viviendo en la impunidad porque genera una sensación de desencanto”. A su turno, el rabino Salomón Nussbaum lamentó “la manipulación reiterada de esta tragedia que sólo sembró discordias y confrontaciones...”
En Tucumán la peor de las palabras no figura en el diccionario, pero hay hechos imperdonables que sólo siembran discordias y que demuestran cómo desde el poder se puede disimular lo indisimulable y se puede tapar innecesariamente cuestiones irrefutables.
Por siempre el caso Lebbos quedará en la historia de los tucumanos como el emblema de lo que no se debe hacer. No sólo por el homicidio de Paulina sino porque cada uno de los pasos que se dieron desde la madrugada de su desaparición hasta el presente, Justicia y Poder Ejecutivo hicieron lo posible para que no se entienda ni esclarezca nada. A la vuelta se buscan culpables y se señalan intenciones -y malas intenciones- con tal de sacar ventaja, como si eso se pudiera hacer cuando alguien ha muerto.
En los últimos tiempos, los políticos vienen jugando con cartas marcadas. Ya no les alcanza la cara de póker porque todos saben que están “bluffeando” (engañando). Los representantes del pueblo viven esa situación a diario. Cobran un dinero pero en realidad es otro. Reciben gastos sociales que en verdad son emolumentos propios. Y prometen y perjuran que hay planes que funcionan como un relojito suizo cuando en realidad están cargados de irregularidades que luego se busca disimular a como dé lugar con el único fin de que sigan sirviendo para el fin previsto y para otros también. Esta semana una puntera política descorrió el telón. Paola Alejandra Ruarte denunció al legislador Guillermo Gassenbauer por irregularidades en una cooperativa del plan Argentina Trabaja. En su presentación en la Justicia Federal, la mujer acercó una grabación en la que dice que el ex secretario privado del gobernador José Alperovich advierte que el manejo de las cooperativas no es ejemplar y que además en el Poder Ejecutivo se corrigen las irregularidades. En esa grabación -según la denunciante- el hijo del ministro preferido de Alperovich señala como responsable de esa tarea a Beatriz Mirkin, ministra de Desarrollo Social. En las últimas horas nadie salió a desmentir, salvo Gassenbauer, que negó todo.
En el Poder Ejecutivo los “sijosesistas” están que arden porque el episodio no sólo desnuda lo que es hoy el manejo poco serio que se hace de las cuestiones públicas sino porque también deja en claro que los amigos no son tan amigos y, si pueden, se devoran a los de fuera y a los de adentro.
“Está todo arreglado, no hay de qué preocuparse”, tronó una voz que suena fuerte en el Palacio como si el problema fuera que la Justicia actuara o no. Lo grave es otra cosa. Lo preocupante es la desfachatez para burlarse de las instituciones.
Gassenbauer es un “sijosesista” de pura cepa. Nació políticamente en el despacho del gobernador y cuando el pueblo tucumano lo eligió legislador se convirtió en el vocero del mandatario provincial. “José dice que sí” o “José dice que no” eran frases terminantes con las que fue haciéndose acreedor de un poder incuestionable en la casa donde se fabrican las leyes. Esta semana en el mundo alperovichista más de uno se frotó las manos por el papelón en el que lo involucran.
Si Gassenbauer -o un fiscal- confirmara que las declaraciones que salen de la grabación son de él, debería pedir sanciones o renuncias a funcionarios e ir a la Justicia a denunciar fallas en la administración de las cooperativas del plan Argentina Trabaja. Por ahora todo se niega, pero Gassenbauer hijo ve un celular y llora y lo imagina del tamaño de aquellos minicomponentes con los que los jóvenes de los 80 aturdían a los demás.
Beatriz Rojkés de Alperovich prefirió mirar para otro lado al enterarse de este episodio y siguió en lo que es una campaña política silenciosa hacia la candidatura a la gobernación. Por eso no tuvo problemas en asistir a la inauguración de una sede política de Gassenbauer. Así le dio un fuerte respaldo al legislador. Por las dudas, y para evitar herir sensibilidades, se la vio también en la exposición de cooperativas que realizó el ministerio que maneja Beatriz Mirkin.
El gobernador, mientras tanto, hizo silencio. Se preocupó por dar señales de que en su larga deshojada de margaritas ya perdió un pétalo colorado. Domingo Amaya ya no está en sus planes para dejarlo como el heredero. Su esposa, el hombre que él inventó y el ministro Osvaldo Jaldo siguen de pie para encabezar una fórmula. Aunque coquetee, pareciera que José López ha quedado en un segundo plano, al menos en los afectos del titular del Poder Ejecutivo.
En realidad Alperovich tiene encuestas que le dan tranquilidad. Por eso a oídos “sijosesistas” se permitió decirles que va a ganar, pero no a cualquier precio. Sus dardos iban a la frente de Amaya, en quien ya no confía. De todos modos, estirará al máximo la designación del príncipe heredero. Alperovich sabe perfectamente que el día que lo designe, él mismo pasará a segundo plano y todos buscarán al elegido.
En los próximos días Daniel Scioli traerá toda la música a Tucumán. Alperovich ha decidido recibirlo y seguirle el ritmo. Aunque no lo diga podría interpretarse como una elección, aunque en el oficialismo ya tiene preparado cualquier cuestionamiento: “a cada precandidato oficial que ha venido desde Buenos Aires se lo ha recibido con bombos y platillos”.
Al menos está prevista la visita del gobernador y los “sijosesistas” no se sorprenderán como esta semana cuando Alperovich opinó sobre el conflicto docente de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Nadie entendió por qué el titular del Ejecutivo entró a jugar un partido al que nadie lo invitó y ni siquiera es su cancha, ¿o sí lo es?
El problema es de Alicia Bardón, quien esta semana anduvo por Buenos Aires. Visitó cuanto despacho oficial pudo, pero a la hora de conseguir “una ayudita” para salir del conflicto no le fue bien.
La reunión con el responsable de Políticas Universitarias de la Nación no resultó tan caballeresca. No hubo moneditas y le recomendaron a Bardón que vaya al Ministerio de Trabajo para encontrar la punta del ovillo al paro. Una vez que lo solucione se pondrían sobre la mesa otros temas.
La pérdida de espacios de La Cámpora sería el tema de la discordia. Bardón sostiene que hay un vínculo con el gobierno nacional a través del “hombre que Alperovich inventó”. Pero Manzur tiene un virtual enfrentamiento con La Cámpora por lo que Bardón seguirá navegando en aguas procelosas.
No es el único temporal que afronta la rectora de la UNT. Su decisión de cumplir con su antecesor y de proponerlo para YMAD, aunque la Justicia Federal lo tenga en la mira, va a ser otro laberinto con salida complicada.
Bardón ha elegido un particular estilo de conducción personalizada en la que se está llevando todo el desgaste de la gestión. Los primeros 100 días en los que suelen ponerse los cimientos siguen con la cuenta regresiva y los conflictos son la principal cuestión.
Las internas eternas
En el radicalismo disfrutan de la imagen y de las potencialidades de José Cano. Sin embargo, esas capacidades no alcanzan para que el candidato haga lo que se le plazca. Su dedo es corto como para señalar hombres y convertirlos en candidatos. Los competidores surgen como hongos porque no discuten a Cano, pero sí su poder. Las internas en la UCR ya están rodando y uno de los más ambiciosos es el diputado Luis Sacca, quien mantiene su rol de titiritero en estructuras universitarias y quiere estirar sus tentáculos.
El eco de la semana
Impunidad, desencanto, manipulación, discordias, confrontaciones, desencuentros, son palabras que se soltaron y salieron a volar esta semana asqueadas por la guerra y por los atentados sin explicación.
Son vocablos que también se escuchan a diario y que corren el riesgo de ser la semilla de cada uno de sus significantes. Son los dirigentes y los principales actores de la política los que pueden evitar que se conviertan en un buk para toda la sociedad. Si lo quisieran, claro.