Las cifras oficiales muestran que la economía durante el primer semestre, atravesó un proceso recesivo. Cayó el consumo, la inversión, las exportaciones; se redujo el saldo comercial lo que implica que hubo menor entrada de divisas; se debilitó la demanda de trabajo por parte de las empresas, la inflación acumulada alcanza al 15% y se proyecta un incremento cercano al 40%, dice a DINERO Eduardo Robinson, director de la consultora Robinson & Asociados.
Con este panorama, al iniciarse el segundo semestre resurgió el conflicto con los holdouts o fondos buitres. En efecto, desde el 16 de junio pasado, ante el rechazo de la Corte de EEUU de tratar el caso de la deuda argentina, no se avanzó demasiado y el costo fue subir la dosis de incertidumbre, que fue como echar leña al fuego, sostiene el experto.
El gobierno enfrenta un nuevo capítulo de agudización del déficit fiscal, que fue el origen de la mayor parte de las crisis macroeconómicas en la historia argentina. El problema de fondo -advierte Robinson- es precisamente que el Ejecutivo se quedó sin fuentes de financiamiento. “No puede seguir incrementando los impuestos, porque deprimirá más la economía y la presión fiscal es muy elevada; no puede seguir emitiendo moneda, sin provocar mayores tensiones inflacionarias. Tampoco puede financiarse en los mercados internacionales de crédito por las elevadas tasas que tendría que pagar”, considera. Por ello, desde que asumió, el ministro de Economía, Axel Kicillof, tuvo que contradecirse y acordar acuerdo con Repsol, el Ciadi, el Club de Paris, que no fueron negociaciones sino lisa y llanamente acordar los pagos. Mientras el gobierno pensaba que la Corte haría lugar al tratamiento de la deuda, tenía medianamente despejado el camino para volver a financiarse en los mercados de crédito internacional, aunque esto implicara sumar una nueva contradicción, después de haber proclamado el desendeudamiento. Pero no fue asi, se presentó el fallo del juez Thomas Griesa que podría haber tenido un arreglo extrajudicial y esta situación retrasa la posibilidad de emitir deuda en el mercado externo.
Bajo este escenario, el mercado financiero se encuentra hipersensible. “Suben o bajan las acciones y los bonos al compás de cualquier transcendido relacionado con este asunto”, indica. Se razona que, dada la creciente necesidad del Gobierno de contar con dólares frescos para evitar que se profundice la contracción económica en la segunda parte del año, hay incentivos para realizar una oferta convincente a los bonistas rebeldes. Con pocos días por delante para evitar el default técnico, todavía las probabilidades de un arreglo siguen siendo superiores a un no acuerdo. En este contexto, subieron las reservas del Banco Central que se acercan a los U$S 30.000 millones.
Robinson afirma que si la Argentina no puede cumplir con el pago a los bonistas que aceptaron los canjes de 2005 y 2010 hasta el próximo 31, las consecuencias no serán demasiado graves. Esto porque ya la economía está muy dañada. Argentina tiene un problema de reputación crediticia que no se resolverá inmediatamente. El principal escollo será tener que dejar de lado la política monetaria contractiva que el Banco Central llevó durante el primer semestre, ya que tendrá que seguir emitiendo para financiar al Tesoro. “Esto traerá aparejada mayores niveles inflacionarios y más presión sobre el dólar que empujará a una nueva devaluación. Pero claramente no es el caso de una economía que está florecinte y que un incumplimiento de deuda hará trastabillar”, alerta.
Destrabar el pago a los bonistas, en el mejor de los casos, impedirá que la economía siga deteriorándose y se agudice la crisis, pero tampoco es la solución a los problemas. Los salarios no recuperarán poder de compra, continuará la profundización del déficit fiscal que, este año se proyecta en alrededor del 4% del PBI, que eventualmente se financiará con deuda, lo que implica mayor presión tributaria en el futuro. Argentina, necesita financiamiento, de lo contario seguirá atrapada en un círculo vicioso, de déficit fiscal, emisión de moneda, suba de precios, devaluación, más inflación, más gasto, más emisión. De este círculo será difícil salir sin endeudamiento externo. Pero, el problema es que acceder al crédito para seguir financiando gasto improductivo es volver al origen de los problemas económicos argentinos. En este contexto, si bien la probabilidad de una crisis macroeconómica profunda es baja, se espera una evolución muy mediocre de la economía dada la combinación de estancamiento con inflación en el que se encuentra y la baja credibilidad de la política económica que impide una reversión de las expectativas en el mediano plazo, finaliza Robinson. Esa puede ser la película que observaremos los argentinos.