La vida en Lastenia, una localidad de 63.000 habitantes y que administrativamente depende de Banda del Río Salí, cambió radicalmente con el golpe militar de 1966. Con el cierre del ingenio que lleva el mismo nombre que el pueblo, miles de fuentes de trabajo se perdieron de la noche a la mañana. Ahora, un grupo de vecinos propone revertir ese estigma y aspira al resurgimiento de Lastenia. Piden, concretamente, que esa ciudad sea declarada un municipio independiente.
Los vecinos autoconvocados que comenzaron a organizarse para lograr ese objetivo afirman que el intendente de Banda del Río Salí, Zacarías Khoder, los ha abandonado. Sostienen que las obras públicas y las políticas educativas y de seguridad sólo se aplican en el municipio cabecera que tiene a su cargo desde 2005.
Como si se tratara de una “Jabonería de Vieytes”, los vecinos se reúnen periódicamente en una vivienda ubicada al frente de la escuela Juan B. Terán. En esa casa los dirigentes barriales reciben a LA GACETA. En una mesa rectangular, los hombres y las mujeres que componen el grupo relatan que a Lastenia le falta de todo: obras públicas, trabajo y seguridad, fundamentalmente.
“Desde hace 66 años cuando cerró el ingenio, que era nuestra fuente de trabajo, Lastenia entró en el olvido. En esa época éramos felices. Ahora somos infelices”, resume de manera apocalíptica Roque Jiménez, el más veterano de los parroquianos. El resto de los participantes a la reunión lo escuchan con respeto. “Cuando la dictadura cerró el ingenio, al Gobierno dejaron de interesarle las necesidades de la gente. Desde esa época, Lastenia viene tropezando con la injusticia. Nuestros hermanos que trabajaban acá se fueron para otros lugares y no volvieron nunca más. Fue doloroso y no queremos que nuestros hijos también se vayan”, sostiene el anciano. Y agrega: “nos robaron nuestro patrimonio, y hoy hasta el nombre nos quitaron, porque todos los que van a documentarse van a la Banda de Río Salí. Nos están robando nuestro propio destino. Pero sí se acuerdan (los políticos) en las épocas de elecciones y a la hora de cobrar los impuestos. Todas las obras van a parar a Banda del Río Salí. Para Lastenia nunca hay nada”.
Los vecinos recuerdan que en 1988 tomó estado parlamentario un proyecto de ley que buscaba convertir a Lastenia en una municipalidad. “Hasta la fecha no sabemos quiénes fueron esas manos traviesas que cajonearon esa ley”, se lamenta Roberto Escobar, otro integrante de la comunidad que tiene a cargo una revista local. “Estamos buscando la reivindicación histórica de Lastenia. A nuestro pueblo le robaron la identidad y su propia historia. Ahora pretenden subirnos al último vagón del tren. Y ese tren llamado Banda del Río Salí al que nos subieron tiene una planta permanente inmensa de gente que no hace nada y que está cobrando. Esa Municipalidad, que nos tiene olvidados, no genera una sola fuente de trabajo en la zona. Los Khoder sólo se dedican al usufructo personal de los ingresos públicos. Los únicos prósperos son los amigos del intendente. El pueblo está sometido a la pobreza, al desempleo y a la inseguridad”, denuncia Escobar.
Mientras promediaba la charla con los parroquianos, intervino otro vecino, Francisco Amaya. “Una de las personas responsables de toda esta postergación es la señora legisladora (Camila) ‘Monona’ Khoder quien tiene a su marido, que fue echado del banco donde trabajaba, conchabado como tesorero de la Municipalidad. ¿Qué garantías tiene entonces el pueblo de que llegue un peso a Lastenia?”, reniega Amaya. Ayer, LA GACETA intentó comunicarse con Khoder, pero no hubo respuesta a los llamados.
La media docena de vecinos que escuchan en silencio la charla comienzan a retirarse paulatinamente de la vivienda. Escobar le propone al equipo de la LA GACETA cruzar hacia el edificio del frente, donde funciona la escuela Juan B. Terán. En menos de 30 segundos la vereda del establecimiento comienza a poblarse de padres de alumnos. Lucía, mamá de un alumno toma la iniciativa, hace de vocera del grupo y opina. “Lastenia es la ciudad fantasma de Banda del Río Salí. Abunda la droga, no hay policías y tampoco agentes de tránsito. En el caso de la escuela, los papás somos los que arreglamos las instalaciones. Nos sentimos abandonados, a la deriva. Esperamos que algún día todo esto cambie”, añora Lucía con un dejo de nostalgia.