“No te quedes con la duda sobre tu identidad”, decía la bandera con la que posó River antes del partido, como corolario del homenaje al nieto recuperado Ignacio Guido Montoya Carlotto. Y casi dos horas más tarde, River cerró otra gran actuación con un 2-0 sobre Tigre, -con un doblete de Rodrigo Mora- certificando que aún sin Teo Gutiérrez, el “millo” del “Muñeco” tiene una identidad grabada a fuego en su juego.
Porque más allá de esa media hora inicial en la que sus jugadores no hicieron pie, River le mostró a Tigre sus garras desde el principio: con presión bien arriba, circulación rápida de pelota y una voracidad ofensiva a toda prueba. Una vez más, como eje de la maquinaria, hubo un tucumano: Matías Kranevitter brilló tanto como la luna que iluminó el Monumental.
Javier García ahogó tres gritos, dos a Mora y otro -con una atajada extraordinaria- al pibe Boyé.
Pero en una noche en la que Carlos Sánchez sintió el trajín, hubo otro uruguayo intratable. Mora, con una volea de zurda, tras un centro de Vangioni y un pase de pecho de su compatriota, rompió el cero a los 35. Y ahí nomás, en la vuelta del vestuario, Mora desairó a García luego de una asistencia desde la izquierda made in Ariel Rojas. 2-0 y asunto liquidado a los 47. Más aún porque este Tigre con tres técnicos y una cabeza dividida -Alegre que se fue, Castro como bombero, Alfaro que asume hoy- nunca mostró rebeldía para cambiar la historia. Sólo algunos aprestos cuando River, ya sin el “león” Kranevitter (lesionado) y con el pie levantado del acelerador, iba como antes pero volvía con menos protección. Igual estuvo más cerca River del cuarto -aunque nunca llegó el tercero-, que el impotente Tigre que se dedicó a pegar al final (Galmarini se fue expulsado) de descontar. Y el Monumental deliró otra vez, por un equipo que no pierde -ni en casa ni fuera- desde el 6 de abril pasado. Cinco meses: con Ramón y con el “Muñeco”. Campeón con uno, puntero en soledad con el otro, el que le devolvió la identidad que hacía años había perdido.