En el “Batalla” de estos tiempos, coexisten incertidumbres y certezas. Cuando se trata de elegir al caballo ganador, se puede acertar o no. Lo que sí es seguro es quien circule durante más de cinco minutos por la verde explanada que se interpone entre las tribunas y la pista del hipódromo recibirá un pelotazo, o varios. Quien escribe estas líneas puede dar fe de ello. Aunque quien asiste regularmente no debería sorprenderse. Sucede que lo que en fotos color sepia se observaba como un espectáculo netamente masculino, y preferentemente adulto, hoy se parece mucho a un domingo en el Parque 9 de Julio: el espacio se reparte entre cochecitos, chicos corriendo por todos lados y mujeres mateando sentadas sobre mantas desplegadas en el pasto.
Griselda (61), por ejemplo, admite que lo único que sabe de caballos es que tienen cuatro patas y que algunos nombres le parecen graciosos, como Igual Gano o Buen Vino. Pero como su marido no se lo pierde por nada, ella lo acompaña y aprovecha para pasar el feriado con sus tres nietos. Más tarde, su viejo lamentará habérsela jugado por Lejano Oriente en lugar de apostarle al favorito, Uomo In Frac. El caso de Griselda es uno más entre muchos. Desde hace tiempo que para disfrutar del “Batalla”, saber de caballos ya es lo de menos.
Los 24 de septiembre en Tucumán están marcados por la fe. Los que no buscan la salvación golpeándose el pecho en alguna procesión, pretenden encontrarla en el caballo correcto. Algunos lo logran, otros se van con las manos vacías.
“¿No hay 500 pesitos? Vamos, muchachos, que es una carrera pareja. ¿Quién dijo 400?”, vocean frenéticamente en cada carpa, donde muchos se juegan hasta lo que no tienen a un único pálpito que les alegre la tarde. Lo que regocija no solo es la recompensa, sino la posibilidad de gritar que se tuvo razón, de que ese caballo iba a ganar. En la carrera principal, una vez más primó la lógica: el favorito, Uomo In Frac, le dio la derecha a los que lo eligieron. Los demás, a esperar un año más.