2007 no fue un buen año para los museos y centros culturales. En mayo, dos cámaras fotográficas digitales que estaban expuestas en el Centro Cultural Virla de la UNT fueron robadas. Y el 6 de julio, desapareció la pintura “Sementeida”, de Enrique Policastro, del Museo Timoteo Navarro, valuada en U$S 5.000. Nunca se descubrieron sus paraderos, ni quién o quiénes sustrajeron estos objetos. Como en tantos otros casos, no se esclarecieron lo delitos.
Tal vez el antecedente más importante fue cuando en enero de 2011 se descubrió en el Museo de Arte Sacro, ubicado en Congreso primera cuadra, la sustracción de dos objetos de gran valor económico e histórico. Pero no se supo cuándo se produjo el robo, porque el museo había cerrado sus puertas el 30 de diciembre. Luego de una tormenta, cuando se entró para evaluar daños, se encontró una escalera que colgaba de un boquete del techo. Faltaban una custodia (empleadas para exhibir las hostias en la mesa en las celebraciones especiales de las misas) de oro, piedras preciosas y perlas que pertenecía a la Catedral de Tucumán; y otra de plata sobredorada, fundida, trabajada a martillo y burilada, de 83 centímetros de altura, que databa del siglo XVIII y provenía del Alto Perú.
El artista Rubén Kempa, ex director del Timoteo Navarro entre 2004 y 2005, contó que la necesidad del sistema de seguridad en ese espacio comenzó a imponerse luego de la exposición de Goya, que tuvo que ser guardada en una comisaría, y del robo de Policastro. En septiembre de 2005, precisamente, el presidente del Ente Cultural, Mauricio Guzman, anunciaba que se había contratado más personal de vigilancia y prometió cámaras de vigilancia.
Lo mismo ocurrió en el Museo Sacro. “Desde aquel robo, que nunca se sabrá bien qué pasó, se ha instalado un sistema de alarma sofisticado, que funciona incluso en el interior de cada vitrina. Pero también están las cámaras y un sistema de rayos láser. Se ha mejorado mucho”, sostuvo su directora Sara Peña, quien confirmó que a pesar de las denuncias en Interpol, no se tiene información sobre los objetos sustraídos.
Los seguros
El tema de la seguridad trajo aparejado el problema del seguro de las obras expuestas.
Kempa contó que, por lo general, los artistas tucumanos no tienen aseguradas sus obras, porque primero deberían estar inscriptas en el Registro de Propiedad Intelectual. Tampoco las instituciones tienen aseguradas sus propias piezas.
Víctor Spector, dueño de una empresa de seguros, había advertido que las aseguradoras exigen que se cumplan con los requisitos mínimos de seguridad para actuar. “Para que haya una indemnización se debe tratar de un robo, es decir, que haya habido violencia o se hayan roto algunas de las medidas de seguridad y no un hurto”, le había dicho a LA GACETA en aquella oportunidad.
Al no estar aseguradas las obras, el valor depende de lo que fije el artista o la institución que las recibe para exponerlas. De este modo, existe un gran vacío legal y, en los hechos, queda librada a la buena fe y confianza mutua,
Según expertos internacionales, con arte robado se hacen anualmente negocios ilegales por unos U$S 5.000 millones.