Hay un chiste acerca de los compatriotas de Alberdi. Se lo escucha en Chile y en México, en Panamá y en Brasil, en Colombia y en Bolivia. También lo enuncian venezolanos y paraguayos, peruanos y uruguayos. Al parecer, ese chasco es lo primero en lo que piensan esos latinoamericanos cada vez que ven a uno de sus hermanos del país de Belgrano. Pero nada dicen hasta que entran en confianza con los que viven allí donde declararon la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el 9 de julio de 1816. Sólo cuando intuyen que el que viene de los pagos de San Martín tiene el suficiente sentido del humor, lo cuentan: El mayor negocio que puede hacerse es “comprar” un argentino por lo que “vale” y “venderlo” por lo que el argentino cree que “vale”.
El filósofo José Pablo Feinmann sostiene que esa clase de humoradas son una cobardía. Lo advirtió respecto de los “chistes de gallegos” que cuentan los argentinos: no son sobre gallegos, sostiene él, sino sobre nosotros mismos, quienes incapaces de soportar lo que vemos cuando nos vemos, proyectamos en los nativos de Galicia lo que es propio de este lado del Atlántico. Con el chiste de la compra/venta de argentinos, en principio, pasa eso. Los latinoamericanos que lo cuentan probablemente hablan de ellos, no de nosotros. Pero detrás de esa tomada de pelo se incuba una aflicción. No tiene que ver con la literal burla a la soberbia nacional, sino con lo que esa farsa enmascara. La angustia denuncia que lo que subyace al brulote sobre el exceso de autoestima connacional es, justamente, la subestimación. El negocio de adquirir y expender un argentino no pasa por su sobrestima a la hora de la venta sino por subestimarlo en el momento de la compra.
Ahí es donde el chiste se pone serio. Porque ya no es más un chiste, sino una denuncia. El balance institucional que permite este moribundo 2014 arroja como conclusión que el mayor negocio que puede hacerse en este país es subestimar a los argentinos. Subestimarlos hasta el punto de subestimarles el Presupuesto nacional. Y, después, quedarse con los miles de millones de pesos intencionalmente no previstos, para hacer con ellos lo que la discrecionalidad oficial quiera. O sea, la humorada sobre nosotros que se cuenta en el continente no es autoría de nuestros vecinos, sino de los propios argentinos. Es más, debe haber sido escrita en papeles con membretes gubernamentales...
Conceptos
Puesto en palabras, es sencillo. El presupuesto es un plan de gastos que se financiará sobre la base de recursos, que se calculan con variables específicas. Esencialmente, son el crecimiento de la economía, la inflación, la recaudación y la cotización del dólar. En distinto grado, esas variables van a influir en lo que se obtenga por el IVA, los derechos de importación y exportación y el Impuesto al Cheque, sólo por mencionar una ínfima parte del universo fiscal que se ve directamente afectado. Indirectamente, estas variables impactan en materia de contratos: por ejemplo, las paritarias. El aumento de salarios afecta la percepción de dineros para seguridad social, por un lado; y lo que recauda el Impuesto a las Ganancias, por otro.
Lo que hace la Nación es pautar sinsentidos. O sea, calcula un aumento del PBI de ciencia ficción. A la vez, subestima los ingresos para el Presupuesto sobre la base de una inflación mínima e imposible y de una cotización del dólar baja e irreal. El resultado de estas cifras falsarias y hasta contradictorias redunda en la proyección de una recaudación depreciada y burlesca.
Todo esto, por cierto, se encargó de oficializarlo la Jefatura de Gabinete de la Nación el pasado 15 de septiembre, cuando “corrigió” las pautas del Presupuesto 2014 que había fijado el año pasado. Resultó que el PBI no crecería el 6,2% este año, sino apenas 0,5%. La inflación no sería del 10,4% pautado, sino del 21,3%. El dólar no cotizaría $ 6,33 sino $ 8,21. La recaudación, por supuesto, era ya cualquier cosa.
La consecuencia de tanto pronóstico falaz a la hora de diseñar el Presupuesto 2014 fue que el Gobierno nacional recaudó este año decenas de miles de millones de pesos más de los que tenía previstos, pero no los distribuyó automáticamente en las provincias. A esos excedentes se los quedó para repartirlos discrecionalmente. O sea, para seguir domesticando a billeterazos. Es decir, más plata para el que mejor se postre.
Cifras
Puesto en cifras también es simple, a partir de un estudio que la oposición recibió esta misma semana. Según el informe que esgrime el diputado nacional José Cano, entre lo presupuestado y lo realmente recaudado por los impuestos coparticipables, la diferencia es sideral.
• En Ganancias se previeron $ 22.800 millones, pero se lograron $ 3.000 millones más.
• En IVA Neto se previeron $ 305.000 millones, pero se lograron $ 15.000 millones más.
• En Impuestos Internos se previeron 19.000 millones, pero se lograron $ 3.000 millones más.
• En Débitos y Créditos Bancarios (Impuesto al Cheque) se previeron 70.000 millones, pero se lograron $ 7.000 millones más.
Sólo estos cuatro ejemplos muestran los exorbitantes excedentes de que dispone la Nación. Pero Tucumán no conoció esa bonanza, según el principal referente de la oposición local.
• La Nación proyectó enviarle a Tucumán $ 13.600 millones de impuestos coparticipables.
• La Nación realmente envió $ 14.600 millones de impuestos coparticipables. O sea, 1.000 millones más
• Los excedentes de esos impuestos coparticipables que la Nación no envió suman $ 5.100 millones. O sea, $ 5.100 millones menos.
• Lo no enviado este año representa, según estos datos, una diferencia del 36% en desmedro de la provincia.
¿Por qué se dice que la Nación “no envió”? Por Ley 23.548, la Nación debe coparticipar con las provincias (en su conjunto) el 34% de la recaudación total nacional. Aplica ese criterio cuando diseña el Presupuesto. Como el Presupuesto está subestimado, recauda mucho más. Pero a ese “mucho más”, según sostiene Cano, no le aplica el 34% de ley como cociente de distribución. Por el contrario, mantiene con mínimas variaciones lo proyectado y al excedente lo reparte como quiera. O sea, cada distrito tiene que arriar su autonomía por obra y gracia de que el cálculo de ingresos del país es un mamarracho. Léase, un Presupuesto subestimado es garantía de provincias subordinadas.
Para redimensionarlo enteramente, según el opositor, la Casa Rosada termina coparticipando en realidad menos del 27% de la recaudación total nacional.
Proyecciones
Aparece, entonces, el Presupueto nacional 2015. Establece que el dólar, cuya cotización oficial hoy en el Banco Nación es de $ 8,46, no superará el año próximo los $ 9,45. Fija que la inflación (durante este año, del 24% según el Indec, del 35% según el Congreso, del 40% según los gremios) en los próximos 12 meses sólo acumulará el 15,6%. Pauta que el PBI crecerá casi seis veces más que este año y lo ubica en el 2,8% para el próximo.
Con la historia repitiéndose, lo que Cano estipula para 2015 es que:
• La Nación proyecta enviarle a Tucumán $ 18.700 millones por impuestos coparticipables.
• La Nación realmente enviaría a Tucumán $ 19.600 millones por impuestos coparticipables. O sea, $ 900 millones más.
• Los excedentes de esos impuestos coparticipables que la Nación presumiblemente no enviará sumarán $ 6.100 millones. O sea, $ 6.100 millones menos.
• Lo no enviado, el año que viene, podría llegar a representar, según estos datos, una diferencia del 33% en desmedro de la provincia.
Impuestos
Apartando las proyecciones, y volviendo a este 2014 al que le quedan cuatro noches de vida, ¿que son los $ 5.100 millones que, según la oposición, debieron ser coparticipados automáticamente y sin embargo no lo fueron? Son el derecho a vivir en una mejor provincia, que con esos recursos podría haber saldado su deuda pública, pagado el 82% móvil a los jubilados y salido de la eterna Emergencia Económica. Y todavía habría quedado dinero para un par de grandes hospitales, o para varias escuelas medianas, o para que vuelva el tren de pasajeros entre la Capital y Tafí Viejo, o entre la Capital y Concepción, o para convertir en verdad muchos de los embustes de la Década Mentida.
Pero la Navidad enseña que para que un deseo se cumpla, primero hay que desearlo. ¿Por qué añoraría autonomía la provincia que no la brinda a sus municipios? La Legislatura tucumana aprobó el Presupuesto 2015, con una cifra tan multimillonaria como escondida para ella; pero se ocupó de no tratar el Pacto Social 2015 para las municipalidades. Saldrá, una vez más, por antojadizo Decreto de Necesidad y Urgencia. El Ejecutivo provincial mantendrá sin refinanciar las deudas municipales y seguirá arrebatando a las ciudades sus coparticipaciones a cambio de pagarles las planillas salariales. Según trascendió, se pautará un Pacto Social con esquema de renovación mensual. O sea que, aún invocando Emergencia Económica, la Casa de Gobierno podrá desfinanciar a las intendencias que quiera -a las que no se subordinen-, aun cuando no las haya desendeudado.
Lo trágicamente cómico es que la mayoría de las municipalidades son alperovichistas, así como el alperovichismo y la mayoría de las gobernaciones son kirchneristas. Ahí está, justamente, el mayor negocio que puede hacerse: “comprar” gobiernos provinciales por menos de lo que les corresponde por ley, quedarse con la diferencia y “venderles” leyes de Presupuesto nacional que los mantengan de rodillas.
Léase, aunque el Gobierno nacional necesite de los diputados, los senadores y los votos tucumanos, aquí hay que pagar para ser kirchnerista. Y aunque el Gobierno provincial requiera de los legisladores y de los sufragios de las municipalidades, también ahí pagarán para ser alperovichistas.
En otras palabras, inventaron el Impuesto al Oficialismo. Lo paga, a diario, Juan Pueblo.
Y todavía hay quienes creen que la semana que viene comienza un Año Nuevo...