Entre los personajes de segundo orden y de dudosa conducta en la historia de Tucumán durante las guerras civiles, figura el coronel mayor José Martín Ferreira. Datos biográficos suyos, ofrece el “Nuevo Diccionario” de Vicente Cutolo, citando a Antonio Zinny y a Jacinto Yaben.
Según ellos, era nacido en Mendoza y actuó en la guerra de la Independencia. Con el Ejército del Norte, peleó en Salta, en Vilcapugio y en Ayohuma. En 1815, el general José Rondeau lo ascendió a subteniente. Luchó a órdenes de Gregorio Aráoz de La Madrid en Culpina, en las acciones contra Juan Francisco Borges, y en la campaña de 1817. Luego del motín de Arequito dejó el ejército y se afincó en Tucumán, para servir en la milicia provincial.
Primero se alineó con los unitarios. En 1824, como teniente coronel, mandaba la fuerza que trajo extraditado de Salta al ex gobernador Bernabé Aráoz. En Trancas dispuso, sin juicio alguno, el fusilamiento de su ilustre prisionero, alegando que había intentado fugarse. En 1838, tras la muerte del gobernador Alejandro Heredia, era comandante de Armas y presionó con sus tropas a la Sala para hacer elegir gobernador a Bernabé Piedrabuena. Los atemorizados representantes lo premiaron luego con una medalla y el grado de coronel mayor.
Constituida la Liga del Norte contra Rosas, el doctor Marco Avellaneda lo dejó a cargo de la plaza en 1841, y marchó a Salta, con el general Juan Lavalle, para neutralizar a los federales de esa provincia. Al volver, hallaron que Ferreira -ya simpatizante de los federales- había licenciado a las milicias. Con las que pudo reunir, Lavalle dio la batalla de Famaillá, en cuyo adverso resultado influyó decisivamente aquella traicionera medida de Ferreira.