Lo que van a hacer no es algo común. Vale decirlo: hay matrimonios en todo el mundo que comparten gustos, pasiones, actividades. Pero que sus integrantes vuelen en parapente, y que hayan clasificado para un Campeonato Mundial es poco menos que singular. Quienes lo lograron fueron Shauin Kao y Adrián Acosta, que se proyectaron desde Tucumán a la cita que tendrá lugar en Colombia, del 11 al 24 de enero.
- ¿Cómo es eso del Mundial?
- Shauin: Hace dos años que venimos con la idea de entrar a esta competencia. Y con esto, de paso, pensamos en levantar a la Argentina a nivel ranking. En su momento dijimos: cuando mejor posicionados estemos, más cupo de pilotos habrá. Además de nosotros, también estuvo compitiendo afuera Michel Guillemot. Finalmente entre los tres lo logramos y por eso seremos cinco los representantes. Yo soy la única mujer.
- Adrián: Argentina está entre el puesto 22 y el 23 en el ranking. Lo importante es salir a competir afuera, para sumar experiencia.
Esta feliz pareja, que acudió a la convocatoria de LG Deportiva con la simpática Ysán, su hija de cuatro años, encontró en el vuelo libre una excelente excusa para hacer de sus vidas una experiencia entretenida.
“No somos profesionales, porque no vivimos de esto. Cuando viajamos, quizás estemos 10 o 15 días afuera. No gastamos mucho, porque no somos pretenciosos: somos de alojarnos en albergues y de comer sencillo. Lo más caro que enfrentamos son los pasajes, quizás la inscripción”, dice Adrián.
“Los países de Europa son los que más puntos dan para el ranking, y esa es una experiencia cara. Nosotros estuvimos allí el año pasado y nos costó bastante, contrajimos deudas importantes con las tarjetas. Lo que hacemos es fruto del esfuerzo personal, no tenemos auspiciantes. Y tampoco hay ganancia. Este año nos dedicamos más a Sudamérica: Brasil, Chile, Colombia. Este proyecto en común es especial, es concretar un sueño”, apunta Shauin.
¿Cómo consiguen congeniar deporte, viajes, actividades particulares y laborales y familiares? “Contamos con la ayuda de gente de confianza, que nos colabora cuando tenemos que viajar”, asegura él. Y ella agrega: “a Ysan a veces la llevamos, y en otras ocasiones se queda con la madrina, Elsa Ortiz, alguien que conozco desde chica. Nos apoya en todo. Y no es la única.”
Con naturalidad surge la consulta: con papás apasionados del vuelo, ¿ella ya lo hizo? La respuesta sorprende. “Yo volé con Ysán en la panza hasta los cinco meses de embarazo. Recuerdo que gané la manga de la prueba ese día. Pero desde que nació, ella no voló aún, no lo quiere hacer y nosotros no la presionamos para nada. Ya decidirá por cuenta propia cuándo. ¿Si ella opina sobre lo que hacemos? Más o menos. Ella quiere ser piloto de aviones. Dice que tanto el parapente como el aladelta van muy lentos. En general, disfruta mucho del ambiente del parapentismo, y de los lugares donde se practica”, sostiene Shauin.
En vista de la sólida relación madre-hija, a Adrián se le consultó sobre cómo es eso de estar casado con una “colega”. “Es una suerte compartir con ella una misma pasión. Eso lleva a que uno tenga el mismo idioma. Tenemos muchos amigos en común. Lo nuestro no es eso de hacer cosas distintas. Somos apasionados de lo que hacemos. Planificamos las cosas juntos. En la vida particular es lo mismo”, asegura. Con la mirada fija en él y sin dejar de sonreir, ella agrega: “la convivencia en el matrimonio es difícil. Bah, en realidad cualquier tipo de relación entre humanos es complicada. En nuestro caso, tener los mismo gustos, amistades, es bueno. Hasta trabajamos juntos, de alguna manera.”
Lo siguiente fue un intenso (e interesante despliegue de frases, símbolo de la unión y de la fuerza de la pareja...
Adrián: “Todo apunta al mismo objetivo en nosotros. El esfuerzo está destinado en una sola dirección, por lo que las controversias no existen. En cuanto a los viajes para competir, pensamos que es la plata que mejor invertimos.”
Shauin: “Una vez leía un artículo sobre el Síndrome del Viajero. No es lo nuestro: apenas volvemos a Tucumán empezamos a planificar la siguiente salida. No es muy común que un matrimonio se dedique a esta pasión de volar. Hay otros casos, pero casi siempre se destaca uno de los dos.”
Con la cuestión personal en su punto máximo, fue tiempo de hablar del gran desafío que les espera. “¿Qué meta perseguimos en el Mundial? Afortunadamente ya competimos dos veces en la localidad colombiana de Roldanillo, en el Valle de Cauca. El lugar es bárbaro y las condiciones que ofrece también. Los pilotos que irán son todos buenos, muchos de ellos profesionales. Nosotros vamos con la idea de hacer el mejor papel posible. Algo nos iguala a todos: el nivel de equipamiento. Las velas son parecidas y la gran diferencia que los demás hacen es por la experiencia”, sostiene Adrián. “Somos amateurs que vamos a competir contra profesionales. En Europa se compite con más frecuencia, se viaja mucho. Por eso el nivel es alto. En Sudamérica estamos algo lejos. Nuestra intención es dejar lo mejor posicionada posible a la Argentina, para ir sentando un precedente”, advierte ella.
El Mundial reunirá a 150 competidores. Ese es el tope máximo permitido por la Federación Internacional de Aeronáutica. “Más pilotos sería complejo. Es bastante espectacular cuando se inicia una carrera. El comienzo es cuando estamos todos en el aire, ya posicionados. Es un momento de mucha adrenalina, estresante y emocionante, de control personal y sobre la propia vela. No se ve la hora de la largada”, relata Acosta.
La competencia durará 14 días, incluido un entrenamiento obligatorio. Tendrá lucha por países e individual. Kao y Acosta saldrán de Buenos Aires el 8 de enero. Irán acompañados por una amiga, Florencia Zamudio, que cuidará a Ysán. Después del torneo, la idea es hacer algunos días de playa. El resto de la delegación argentina está compuesta por cordobeses: Javier Funes, Francisco Mantaraz y Guillemot.
“Será duro levantarse muy temprano, tener una hora y media de viaje hasta el despegue, por caminos de tierra, llegar y enfrentarse a una geografía muy particular: hay una zona adonde llegan los buses y desde allí los deportistas deben subir por 126 escalones muy empinados hasta el lugar de la pista. Desde allí, se encaran otros 30 metros con el equipo a cuestas (de entre 23 y 25 kilos) para posicionarse, antes de volar”, describe ella lo por venir. “Hay gente que se ofrece para subir el material. Hacerlo es matador. Y para las mujeres es peor: llevan velas más grandes con respecto al peso, a lo que se suma un lastre de 10 kilos de agua. La zona de aterrizaje está llena de cañaverales, donde vive gente muy amistosa”, grafica él.
Para el final, un ABC del parapentista, en palabras de Shauin. “Yo tengo 53 kilos. Al peso del equipo que llevo, más el lastre, le agrego otros elementos: latas de picadillo, frutas secas, botellita de agua para hidratarme, galletitas, botiquín, linterna, frazada térmica, una pinza. Todo esto lo llevo por dos motivos: tengo un metabolismo muy rápido, de modo que como constantemente. Durante el vuelo, de tres a cinco horas, no lo hago, y tampoco antes. Entonces cuando aterrizo estoy hambrienta. Por otro lado, si llegara a aterrizar en un lugar de difícil acceso, debo contar con elementos que me protejan del frío, que me ayuden a arreglar componentes del equipo.” Punto final con Adrián: “en Tucumán, hay varios pilotos que llevan una tuerca con tanza o hilo dental. ¿Para qué? Porque si quedaran colgados de un árbol, para que les llegue la cuerda de auxilio hay que bajar el pequeño mecanismo que ayuda al salvataje. Aparte de eso, los hombres en general sólo llevamos lo básico, no cómo ellas, jaja.”
Al volver, Acosta y Shauin planean organizar una competencia con una modalidad distinta a la que se practica hasta el momento en Tucumán, denominada Race. La variante se llama Free Ride y es de vuelo libre. Según sus reglas, cada uno decide en qué momento va a despegar y el circuito que quiere hacer. Al final del día se baja la información del aparato GPS a la computadora, para otorgar un puntaje. Se toma en cuenta la distancia que se ha hecho y el lugar de aterrizaje.
“Se armó esto para fomentar la competencia entre los pilotos nuevos. Se tratará de conseguir buenos premios para los mejores, se pensó en una vela y en una silla”, señaló Shauin.
Federico Carona participa de la organización junto con la pareja. Está previsto que se desarrolle en el despegue anexo a Loma Bola, denominado Los Pinos, al que se quiere promocionar.
“Esta prueba durará cuatro días y no se superpone con el Open Tucumano, que recién tiene fecha de inicio para marzo”, señaló Acosta.
Antecedentes
Según los registros, en el país se hicieron tres o cuatro pruebas de este tipo, con buena repercusión. En Mendoza hubo una en noviembre, cuyo premio fue un parapente y la inscripción costó $200. No se buscaba ganancias, sino fomentar la competencia. Hubo 40 inscriptos, todos nacionales. “Una cifra muy buena para este tipo de convocatorias”, señaló Shauin.
La modalidad Free Ride la introdujo en la Argentina el suizo radicado en La Cumbre (Córdoba), Andy Hediger.