El pasado misterioso de Tafí del Valle se hace presente en el Museo Jesuítico de La Banda. Ese espacio aloja historias antiquísimas: la transmisión “boca en boca” impide que aquel acervo se desvanezca. Pero, más allá de las palabras, hay objetos que hacen palpable lo remoto: son pinturas al óleo, imágenes de bulto de la escuela cusqueña, y vestigios de las culturas Tafí y Santamariana, que habitaron el valle antes de que los europeos pisaran esas tierras.
Si se empieza el recorrido por la iglesia, lo primero que llama la atención es la escultura de Cristo crucificado que reposa sobre el altar. Según la museóloga Ivana Monasterio, esa pieza perteneció a los Jesuitas, y es parte de una valiosa colección de arte sacro de los siglos XVIII y XIX. Antes de iniciar el recorrido por el museo, Monasterio hace esta aclaración: “el arte sacro hace referencia a algo sagrado y está relacionado con lo religioso. Por lo general, los católicos vemos una imagen de bulto, una virgen o un crucifijo, y lo asociamos inmediatamente a lo sagrado. Acá también disponemos de un área arqueológica, con menhires y urnas funerarias que asimismo tienen un carácter sagrado”. Ya compartida esa información, el panorama de piezas de arte sacro se amplía.
Para entender el valor del museo, primero es necesario conocer a quién perteneció ese antiguo complejo. Los constructores fueron los religiosos de la Compañía de Jesús (más conocidos como Jesuitas), que se instalaron en Tafí del Valle en 1718.
Cuando la orden se retiró de Tucumán, las tierras fueron rematadas en potreros y adquiridas por la familia Ruiz Huidobro; años más tarde, pasaron al patrimonio del gobernador José Manuel Silva. El museo funciona allí desde 1973 y en 1978 fue declarado Monumento Histórico Nacional.
Los objetos en exhibición están divididos en tres secciones: la arqueológica (urnas funerarias, morteros, y otras piezas de las culturas Tafí y Santamariana); la eclesiástica (pertenencias de los Jesuitas), y la “Frías Silva” (muebles e instrumentos de la familia que habitó en el solar). “Nosotros decimos que hay una continuidad histórica. Porque antes de la década de 1970 no era un museo sino una casa de veraneo en la que sus habitantes convivían con esa historia. Los bienes de los Jesuitas quedaron en la vivienda hasta el momento en el que se decidió crear la institución”, cuenta la museóloga tafinista, mientras recorre los pasillos frescos y silenciosos cuyos muros de adobe están pintados de blanco.
Algunas paredes o recovecos presentan obras pictóricas destacadas donde aparecen Santa Rosa de Lima (pintura al óleo perteneciente a la familia Frías Silva), y San Cristóbal y el Niño. También conviene detenerse ante “La circuncisión del Niño Jesús” y “La divina pastora”: todos esos cuadros fueron concebidos con la técnica heredada de la escuela cusqueña (estilo nacido en Perú aproximadamente en el siglo XVII). La sacristía dispone de objetos de bulto policromados, como imágenes del Niño Jesús, San Isidro Labrador y el Señor de la Paciencia.
El Museo de La Banda no devela totalmente los misterios del pasado, pero ayuda a imaginarlos gracias a las cruces, espadas y morteros que se negaron a sucumbir con sus primeros dueños.
Museo Jesuítico de La Banda
• Horario: está abierto de lunes a lunes desde las 8 y hasta las 18. Las visitas son guiadas. Dirección: La Banda s/n.