“¿Por qué gusta tanto ‘Las mil y una noches’? ¡Yo te voy a decir por qué gusta tanto! Porque todas están enamoradas de ese Onur!”. Alicia se ríe con muchos ja en la conversación virtual y aunque su respuesta ha sido construida sobre la marcha de un chat grupal y está más del lado de la broma que de una hipótesis real, algo de fundamento tiene. “Ese Onur” es, en los hechos, el actor Halit Ergenç, protagonista del culebrón turco que por estos días desvela a cientos de tucumanas (un rápido relevamiento por los medios demuestra que genera lo mismo en todo el país). Transmitida en nuestra provincia por Canal 10 -que repite contenidos de El Trece-, “Las mil y una noches” ha superado el mote de entretenimiento de verano para convertirse en el gran suceso televisivo (al menos) del primer trimestre del año.
¿Cómo llegó a ese lugar? “Su historia es distinta, no se parece a ninguna de las novelas típicas, mucho menos a las argentinas. Y es muy atrapante, yo empecé a verla casi de casualidad y ahora estoy adelantando capítulos en internet porque no puedo esperar para saber qué pasa”, relata Verónica Abraham, de 30 años. Mariana Medina, de 29, destaca que tanto las escenografías como las caracterizaciones deslumbran. “Los personajes están muy bien definidos, son creíbles. Además se muestran muchos rasgos propios de la cultura turca”, valora.
Producción millonaria
Pero hay otras razones que hacen que el público se prenda del televisor cada noche (en vistas del éxito de la novela, El Trece cambió su horario de las 23 a las 22, en un enroque con “Noche y día”). Para empezar, el argumento: Sherezade (Bergüzar Korel) es una arquitecta viuda que trabaja en una constructora propiedad de Onur. Su pequeño hijo padece de leucemia y eso empuja a la mujer a buscar por todos los medios el dinero con el que pagar la costosa cirugía que puede salvarlo. En principio, recurre al padre de su difunto esposo, quien se niega a darle la plata. Entonces pide ayuda a su jefe, que accede a otorgar el préstamo a cambio de una condición: que pasen una noche juntos. Convencida de que de otra manera no podrá reunir ese dineral, Sherezade acepta.
Ese es apenas el disparador de una trama que incluye idas y vueltas entre los protagonistas (ninguno ha podido olvidar ese primer encuentro), un lenguaje muy particular (extrañamente para la audiencia local no se ven imágenes de sexo) y que no solo desarrolla una historia de amor sino que también repara en el contexto en que esta sucede, con escenografías y vestuarios monumentales. “Me interesa la cultura de ese país, el poder de la familia y la situación de la mujer, tan diferente a la occidental. Tiene estos componentes muy distintos a los de nuestra sociedad. Me gusta más que las novelas mexicanas”, explica Nancy Zárate, de 39 años.
Ese despliegue de producción no ha sido barato: cada capítulo de “Las mil y una noches” -que en su país original se emitió entre 2006 y 2009- ha demandado una inversión de U$S 125.000. Y la calidad del producto va a tono con el dinero que demandó: los críticos ponderan la lealtad al género que ha guardado. El melodrama es una sucesión permanente de conflictos que paulatinamente se van resolviendo y en ese derrotero no hay espacio para que devenga en comedia, musical o cualquier otro género, como sí ocurre con otras producciones. La fórmula -o el conjunto de ellas- no pudo resultar mejor: casi desde el primer día, “Las mil y una noches” es el rey absoluto del prime time, superando incluso a la argentina “Viudas e hijas del rock and roll”.