No es motivo de orgullo, sino de vergüenza. Desde hace muchos años, la historia se repite durante el verano. El Mollar adquiere protagonismo no por sus bellezas, el misterio de los menhires, por la calidez de los lugareños o por la fama de su violinisto Justino Méndez, sino los excesos alcohólicos y desmanes juveniles.
En nuestra edición de ayer, un par de pescadores contaron su penosa experiencia vivida en la mañana del domingo pasado. Uno de ellos relató que fue una pesadilla llegar a El Mollar. “Chicas y chicos que no podían caminar de ebrios que estaban y toda la villa y el perilago cubiertos de botellas. Es tristísimo descubrir eso”, dijo. El otro contó que cuando llegaron al lago, se encontraron con el doble de jóvenes que escuchaban música a todo volumen que salía de los vehículos. Cuando estábamos bajando la lancha al agua, a un metro de la embarcación, cayó una botella de fernet vacía. Intentamos ver quién la había arrojado, y nos comenzaron a insultar. Nos asustamos y nos metimos rápido al agua para evitar que nos agredieran”, afirmó.
En el diario de hoy, una pareja que llegó desde Lomas de Zamora (Buenos Aires), expresaron su desilusión. “Veníamos a un lugar paradisíaco, y lo es desde el punto de vista del paisaje. Queríamos huir de Buenos Aires y encontramos aquí lo peor de allá: basura por todas partes; un ruido infernal, porque todo el mundo pone música a todo volumen; chicos totalmente alcoholizados, o peor: caminan como zombies, con la mirada perdida… Es muy triste”, señalaron.
Lo paradójico es que a comienzos de enero, la Policía anunció la puesta en marcha del Operativo Verano. El subjefe de Policía había dicho que reforzarían la vigilancia en Tafí del Valle, El Mollar y San Pedro de Colalao, principalmente los fines de semana. Sostuvo que trabajarían en forma conjunta con el IPLA en el control de la venta de bebidas alcohólicas. “Vamos a ser muy duros con esto, al que sea sorprendido consumiendo alcohol en la vía pública se le aplicará la Ley de Contravenciones y será aprehendido”, aseveró y agregó que habría 100 agentes afectados solo en El Mollar y en Tafí del Valle.
Luego de producidos estos excesos, el titular del Ente de Turismo dijo: “Todo lo que podamos hacer para evitar los desbordes se hará”, mientras el subjefe de la Regional Oeste argumentó que nunca prometió “alcohol cero”. El jefe de ese sector señaló: “Algunos están en autos, no les podemos decir que se suban así como están y bajen la montaña”. No se entiende muy bien entonces cuál es el objetivo de este operativo que al parecer nada ha podido hacer hasta ahora para evitar los desbordes.
Pero la responsabilidad mayor de no caer en excesos es de los jóvenes y de sus padres. No son precisamente criaturas ni provienen precisamente de hogares desguarnecidos. Y aunque muchos de ellos viajan a El Mollar en grupos sin la compañía de adultos deben tomar conciencia de que la libertad de unos termina donde comienza la de los otros, que su conducta es también la cara que Tucumán les ofrece a los turistas que van al Valle en busca de un bello paisaje y de descanso.
En todos estos años, el Estado ha sido incapaz de diseñar estrategias efectivas para evitar que estos bochornosos episodios se repitan y brinden una imagen penosa de un lugar que debería ser un paraíso de los sentidos.