En el fútbol, que un equipo juegue dos partidos en días consecutivos es tan extraño como el hecho de haber terminado el primero con un diluvio apocalíptico y empezado el segundo con el sol pegando duro como sucedió ayer en el Monumental. Quizás hasta más extraño si tenemos en cuenta que el clima en Tucumán es cualquier cosa menos rutinario.
En deportes de equipo como el básquet, voley, béisbol o el handball, es usual jugar una noche y volver a hacerlo a la siguiente. Incluso hasta si tienen que viajar en esa madrugada. Pero en el fútbol no. Por eso, más allá de que no se trataban de dos partidos diferentes sino de la conclusión del mismo, fue extraño ver cómo Atlético salió del túnel y sacó del medio dos veces en menos de 24 horas.
La misma sensación rara experimentaron los jugadores que se despertaron dos mañanas seguidas pensando que debían jugar contra Dálmine. También fueron dos las noches que se acostaron sabiendo que habían jugado contra ellos y los habían vencido.
Lo que no fue extraño, fue la dinámica del juego que seguía siendo la misma que la del viernes. Ambos equipos arriesgando arriba, concediendo espacios abajo, Atlético convirtiendo sus chances y Dálmine desperdiciándolas.
El único que no quedó conforme es Sergio Rondina, entrenador del “violeta”, porque los jugadores “decanos” ganaron y los hinchas vieron fútbol entretenido dos días al hilo, otro detalles que no es usual en nuestro fútbol. En vivo y en directo desde las tribunas.
Tampoco puede quejarse Emanuel Molina, el goleador que perduró en el tiempo. Ayer convirtió otro golazo sobre el final del primero de dos tiempos de 18 minutos (bien adicionados por Ariel Suárez por los debates durante los 9’ que se disputaron el viernes).
El final del partido llegó a las 16.50, 17 horas más tarde de lo previsto originalmente pero llegó al fin, algo que anoche parecía imposible. Casi tanto como hacer que Atlético juegue dos partidos en dos días consecutivos.