Se trata de un camino sin retorno. El suelo que se pierde con un temporal es muy difícil o imposible de recuperar. Y Tucumán ya tiene una buena parte de su superficie comprometida, situación que preocupa demasiado a los productores porque la actividad agropecuaria, una de las principales fuentes de ingreso de la provincia, depende mucho de ese recurso.
Agustín Sanzano es jefe de la sección Suelos de la Estación Experimental Obispo Colombres. Se toma la cabeza. Está angustiado. “La erosión hídrica es muy alta en Tucumán, cada vez más preocupante. Hay sectores en los que la capacidad de infiltración está muy reducida y toda el agua escurre. Además, se ven más cárcavas (socavones producidos por el agua de lluvia) algunas tienen hasta tres metros de profundidad. Estas representan graves daños para la producción”, describe.
Según detalló, Tucumán tiene aproximadamente 2,2 millones de hectáreas de las cuales un poco más de 600.000 son áreas productivas (caña, granos y citrus). Los últimos estudios evidencian que más de un 10% de ese sector está comprometido: “hay 45.000 ha que muestran una erosión hídrica moderada y 20.000 tienen erosión severa. Las situaciones más graves se ven en el norte (Burruyacu) y al sur (La Cocha)”.
“Todavía habrá que ver qué provocaron estas últimas lluvias sobre la tierra. El problema de estas lluvias intensas y prolongadas es que los efectos no se ven en forma inmediada, pero son tan graves como la caída de un puente”, evalúa. “En pocos minutos se pierde la capa más fértil del suelo, la que tiene más nutrientes. El daño económico es muy grande: significa que las producciones en esos campos afectados no van a ser buenas en los años por venir. Además, recuperar un centímetro de suelo puede llevar cientos de años”, añade. ¿Qué otros fenómenos influyen en que la erosión hídrica sea cada vez más devastadora? “Algunos hablan mucho de los desmontes. Es un tema polémico. Yo diría que es una de las causas. Otras cosas influyen: las sequías prolongadas seguidas de lluvias extraordinarias, el avance de la urbanización sobre tierras agrícolas y la falta de obras que puedan mitigar los efectos de las inundaciones”, concluye.