Cecilia Caminos - Agencia DPA
BUENOS AIRES.- La masiva huelga nacional que paralizó ayer la Argentina envió un mensaje de alerta a la presidenta Cristina Fernández y toda la dirigencia política que fue mucho más allá del rechazo al impuesto a las Ganancias, ya que puso en evidencia el malestar de los trabajadores en un año electoral.
El “maldito impuesto al trabajo”, como calificaron los sindicatos a Ganancias en las pancartas que tapizaron la ciudad de Buenos Aires, fue el eje de esta protesta porque afecta cada vez a más trabajadores en un contexto de alta inflación y la consiguiente alza salarial anual, pero sin modificaciones en las escalas del tributo. “El paro no es sólo por ganancias”, declaró a la agencia dpa el líder de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) disidente, Pablo Micheli. “Hay más de 11,5 millones de trabajadores que no pagan Ganancias porque ganan un salario miserable de $ 5.500 (U$S 625) cuando la canasta básica (para no caer bajo la línea de pobreza) la calculamos en $ 12.800 (casi U$S 1.500). También hay una precariedad laboral que ronda el 50 %”, señaló Micheli. “Todas estas cosas llevan al paro”, advirtió.
El líder sindical consideró que en el mercado laboral hay menos suspensiones y despidos que el año pasado, pero en 2015 sí se observa “una pérdida del poder adquisitivo”. “Lo están triturando”, alertó.
La alta inflación que registra Argentina desde hace varios años afecta directamente los ingresos. El aumento de entre 25% y 30% de los precios estimado para este año intentará ser equiparado con incrementos salariales que rondan el 30%, según el promedio en negociación actualmente entre empresas, empleados y sindicatos. Para los sueldos más bajos, será una ayuda para compensar la pérdida del poder adquisitivo que tuvieron en 2014 con una inflación que superó el 38% según los cálculos independientes. Para los salarios más altos el aumento será consumido en gran parte por el impuesto a las ganancias.
El gobierno desacreditó la huelga convocada por las centrales obreras opositoras al advertir que sólo un diez por ciento de los trabajadores paga el impuesto a las ganancias porque sus salarios exceden el mínimo no imponible para el tributo: $ 15.000 (unos U$S 1.700).
La contundencia de la huelga podría acelerar sin embargo una respuesta del gobierno en un año marcado por la campaña electoral y evaluaría al menos un aumento en el salario mínimo imponible para el impuesto.
Faltan menos de siete meses para los comicios presidenciales y Fernández de Kirchner seguramente no querrá ampliar la grieta con el sindicalismo, que en esta huelga logró reunir a opositores y oficialistas.
El jefe de la CGT oficialista, el metalúrgico Antonio Caló, dio libertad de acción a sus afiliados. Muchos gremios cercanos al gobierno adhirieron a la huelga en un gesto que los gremialistas opositores agradecieron y demostró un acercamiento que podría potenciar la influencia del sindicalismo. “Fue el paro más fuerte de los cuatro que hicimos al gobierno de Cristina”, remarcó el líder de la CTA disidente. Una señal también para los precandidatos a presidentes de todas las orientaciones políticas.