Casi de rutina. Se jugó un torneo de tenis, uno de los importantes, y lo ganó Novak Djokovic. Como hace dos semanas, el serbio obliga a apretar F5 en el teclado de la computadora y actualizar sus números. Son ya 51 títulos, 22 de ellos Masters 1.000, cinco en Miami. Nada que sorprenda en la “Era Novak” del tenis mundial.
Dentro de los números queda la final contra el británico Andy Murray, sellada con un 7-6, 4-6 y 6-0, que refleja el desarrollo desde el concepto de la paridad. Todo nivelado durante casi 2hs.30’. Después, un tercer set que duró casi un suspiro y mostró al escocés al límite de sus posibilidades físicas.
Fuera de los números, en cambio, queda el nivel del juego, alejado del que nos supieron regalar en varios de los partidos dorados jugados entre ambos.
Y fuera de los números queda, también, la sensación instalada entre los hombres. Así como Serena Williams en la versión femenina, el número 1 del mundo abrió una brecha entre él y el resto. Tal como ocurrió con Roger Federer años atrás, tal como sucedió con Rafael Nadal un par de veces, la supremacía del serbio permite pensar no solo en que este año ganará Roland Garros sino que tiene todo para barrer los cuatro grandes y coronar el Grand Slam.
¿Que es muy osado pensarlo? Quizá. ¿Que hay que ir despacio? Seguro. ¿Que es algo extremadamente difícil? Sin discusión. Pero al levantar la vista hacia el resto del año, es difícil imaginar que otro jugador ganará un torneo si es que Djokovic está presente.
El tiempo, a su inalterable ritmo, correrá las incógnitas y dirá si esto se convierte en una realidad. Aunque no hace falta esperar siquiera un simple día para saber y sentir que la idea y la sensación están presentes en la atmósfera tenística de 2015.