BUENOS AIRES.- Mientras los candidatos presidenciales centran su debate económico en si se levanta el cepo cambiario, la inflación sigue su marcha y amenaza con acelerarse. Los incrementos en marzo con los gastos de educación, más los aumentos en la indumentaria por el cambio de estación y la escalada de los combustibles, están traccionando una suba de precios en todos los rubros.
De allí que hasta el momento, ningún gremio ha concluido con la negociación por paritarias y todos los sectores sindicales están apostando a negociar pagos a cuenta de un futuro acuerdo salarial.
En los hechos, la dirigencia obrera está buscando alternativas al efecto nocivo del impuesto a las ganancias sobre los salarios. Algunos gremios no quieren cerrar paritarias hasta tanto el gobierno no eleve el mínimo no imponible sobre las remuneraciones.
No son pocos los sindicatos que están ensayando una negociación de pedidos de anticipos a cuenta de la futura paritaria, hasta que se eleve el piso imponible. Otros, en cambio, han solicitado el pago de conceptos que no son remunerativos bajo el concepto de viandas, movilidad o premios, de manera que no se afecte el salario de bolsillo. De una u otra forma, estos artificios están desnudando no sólo la falta de actualización de la base imponible sino el agotamiento de un modelo económico basado en el impuesto inflacionario.
Nuevamente, todas las expectativas están centradas en lo que puede aportar una supercosecha de soja y maíz que le permite acceder a una mayor disponibilidad de divisas. Sin embargo, y a pesar de los pronósticos de una abundancia de granos, no serán pocos los productores que retendrán una gran porción de su producción a la espera de cambios en el esquema de retenciones, siempre y cuando, los candidatos presidenciales cumplan con sus promesas electorales, tras la apertura de la caja el próximo 11 de diciembre.
Mientras tanto, la conducción económica, ajena a todos estos movimientos, sigue inmersa en sus propios fracasos y asiste pasivamente a una aceleración del proceso inflacionario en medio de una fuerte caída en todos los sectores de la actividad económica. Todos los sectores industriales están mostrando un fuerte deterioro y un marcado aumento de su capacidad ociosa.
El problema ya no es sólo la falta de divisas o el cepo, la economía evidencia un fuerte deterioro de su competitividad. No es sólo un problema cambiario que se pueda corregir con una devaluación solamente. Si se devalúa y no se corrigen las rigideces que provocan la falta de competitividad, el resultado será efímero y sólo servirá para alimentar la hoguera inflacionaria.
La experiencia traumática de enero de 2014, marcó a fuego a propios y a extraños y dejó una inflación indómita.
La falta de competitividad está dada por una multiplicidad de factores tales como la presión fiscal, la seguridad física y jurídica y las leyes que regulan el trabajo, el comercio y la actividad económica. A medida que se acerque agosto, para las PASO y de octubre para las generales, el eje de debate económico dejará de ser el cepo cambiario y se trasladará a la competitividad.
Pero algo más aparece en el horizonte aunque por ahora con contornos borrosos: son los pasivos ocultos.
La impericia, negligencia y desidia de la administración Kirchner deja decenas de miles de demandas de los jubilados, los pleitos en el Ciadi que -como en el caso de Suez, ascienden a cientos de millones de dólares, los juicios de los holdouts y los retrasos con proveedores del Estado.
La eliminación inmediata del cepo a las importaciones y al flujo de utilidades es factible y llevaría el déficit de cuenta corriente de los U$S 10.000 millones proyectados para 2015 a U$S 8.000 millones en 2016, según las proyecciones de Elypsis. Sin embargo, el stock de utilidades acumuladas debería ser titularizada para blindar a las reservas de una caída pronunciada: según la consultora, el acumulado desde principios de 2012, estimado en U$S 11.000 millones (un tercio de las reservas brutas y la totalidad de las reservas netas proyectadas para fin de 2015), debería ser convertido a un instrumento en dólares no transferible, pagadero a mediano plazo y con posibilidades de rescate parcial anticipado y a descuento según evolucionen las reservas.
Eduardo Levy Yeyati, director ejecutivo de Elypsis y profesor de Harvard, afirmó que “una salida no traumática del cepo depende de las expectativas del ahorrista. En este sentido, una eliminación inmediata sin contar con un ancla nominal sustituta podría disparar un ataque especulativo contra el peso, forzando un ajuste monetario recesivo. En cambio, una corrección cambiaria moderada subordinada al objetivo inflacionario reduciría el traslado a precios del tipo de cambio sentando las bases para una flotación administrada en 2017.”
Según el informe de Elypsis “la combinación de liberación de importaciones y flujos de dividendos, titularización de stocks de dividendos y cronograma anticipado de liberación del cepo al ahorrista, es compatible con un plan monetario que contemple un tipo de cambio real ligeramente depreciado (8% a 10%) e inflación en baja. Una salida apresurada, al crear expectativas de shock cambiario, fomentaría la dolarización de ahorros, la postergación de la liquidación de stocks y la entrada de IED, precipitando una corrida que amplificaría la devaluación y su traslado a la inflación, obligando a una política monetaria más contractiva. Algo similar ocurriría si la estabilización del tipo de cambio sin programa monetario consistente.”
A criterio de la consultora, los grados de libertad para resolver el cepo sin agotar reservas o descuidar la inflación se reducen en la medida en que sigue retrasándose el tipo de cambio. En este sentido su economista Jefe, Luciano Cohan, indicó que “asumiendo un dólar oficial a fin de año a $ 10,30 (o incluso menor), una inflación de 28% y un dólar global en los niveles actuales, la competitividad cambiaria a fin de año equivaldría a la de 1998 (sólo 15% superior a la de fin de 2001)”. Para Levy Yeyati “la probabilidad de una salida ordenada del cepo no es independiente del contexto internacional: una revaluación global del dólar sería una mala noticia en el peor momento.”