“Dígame qué entrenador en la vida del Marsella valorizó así alguna vez a los jugadores del equipo. ¡Uno! ¡Dígame uno que le haya hecho ganar 40 millones de euros al club!”. No debe ser fácil encontrar hoy en Marsella alguna persona que siga defendiendo tanto a Marcelo Bielsa como lo hace Luis Fernandez, aquel fabuloso volante de la selección francesa campeona de Europa y semifinalista en los Mundiales de 1982 y 1986, que lideraba Michel Platini. “Fernandéz”, como le decían los comentaristas de la TV, corría y jugaba hasta el último minuto, siempre con las medias bajas. Formaba un mediocampo de lujo con Platini, Jean Tigana y Alain Giresse. “El Cuadrado Mágico”, como lo bautizó en su momento la prensa francesa. Entrenador del Athletic, Betis y Espanyol en España, Fernandez tiene desde hace años un programa radial que hace honor a su nombre “Luis Attaque”. Bielsa lo había llamado para pedirle referencias por un joven jugador finalmente incorporado por el Marsella. Unos días después, el técnico argentino anunció su salida y provocó una conmoción en el fútbol francés.
El Marsella juega hoy en cancha de Reims. Bielsa se subió a un avión el último lunes por la noche y el martes de mañana estaba en Ezeiza. Fue una llegada bizarra. Él parado con una pequeña valija, ensimismado, casi sin ver al limpiador que debía rodearlo para secar los charcos por la lluvia en el piso del aeropuerto. Eran las ocho de la mañana y Bielsa esperó casi media hora que llegara el auto que debía buscarlo. Le pidió prestado el celular a una joven pareja que le había pedido permiso para tomarse una foto con él. Mundo Bielsa. Había apenas dos periodistas esperando su llegada. A una cronista de México le negó secamente que pudiera irse a dirigir a la selección azteca. Y al francés apenas le confirmó que se iba para Rosario. No respondió, y no lo hará, ninguna de las críticas de estos últimos días. Tal vez, conociendo al personaje, sí le haga alguna aclaración privada a alguna de las tantas personas que jamás olvidarán su paso por Marsella. Como sucedió en Rosario, en Bilbao y en Chile.
Vale la pena seguir escuchando un poco a Fernandez: “leí el comunicado de Marsella que dice que el club no puede someterse a los dictados de alguien que pone ‘sus intereses personales’ por sobre los de la institución. Le dicen eso al entrenador que capitalizó al club como pocos otros”.
Fernandez, acaso uno de los hombres en Marsella que más conoció al Bielsa del último año, da un dato clave: la reunión del miércoles previo al inicio del campeonato, a la que el club envió a Igor Levin, abogado de la accionista mayoritaria, Margarita Louis-Dreyfus, con un contrato cambiado. Fue también Philippe Perez, director general del club. ¿Y el presidente Vicent Labrune, con quien justamente había acordado todos los términos de ese contrato que luego fue cambiado? “Ni el presidente ni la accionista, una falta de consideración para un hombre muy apegado a los detalles, como que había algo preparado”.
Fernandez da dos datos más: la partida una semana antes del preparador físico del equipo y la explosiva conferencia de prensa de Bielsa cuando inició su gestión en Marsella una temporada atrás y acusó a Labrune de haber incumplido todas sus promesas respecto de los jugadores que vendería y compraría el club. Esa temporada, Bielsa siguió igualmente adelante. En la segunda, ante un nuevo incumplimiento, dijo basta.
El silencio de Bielsa, su estilo cortante, directo, pero a la vez respetuoso acaso de que ciertos acuerdos privados no deben hacerse públicos, impide saber mejor cuál fue el nuevo incumplimiento. “L’Equipe”, uno de los diarios deportivos más tradicionales del fútbol mundial, publicó una versión del club, aunque sin citar la fuente: dijo que Bielsa se enojó porque, supuestamente, el nuevo contrato no incluía mantener para él y el resto de su cuerpo técnico los departamentos, autos, pasajes y hasta celulares de los hermanos Javier y Diego Torrente, que ya no formaban parte de su cuerpo técnico. Difícil de creer para un hombre de austeridad famosa, que vivía recluido en Ezeiza cuando era DT de Argentina o en el predio de Juan Pinto Durán cuando dirigió a Chile. “L’Equipe” contó la historia con una tapa ya definida: “Historia de una traición”. El traidor era Bielsa. El diario ya había estado siempre más cerca de la postura del club en discusiones anteriores. “La Provence”, de Marsella, dio una versión distinta, bastante más en línea con el personaje: en el nuevo contrato que le llevó el club habían desaparecido 300.000 euros, parte de un salario que Bielsa no quería cobrar dos meses atrás porque no tenía claro si seguiría o no, pero que acordó con Labrune que pasara a formar parte del presupuesto para el desarrollo de las inferiores. El club no negó la versión. ¿Un tema acaso menor o que podía volver a discutirse antes de dar el portazo?
“Falta de respeto habría sido irse en el medio del campeonato, no cuando recién comienza. No quiso volver a vivir lo que vivió la temporada pasada. Bielsa se enamoró de Marsella, acaso porque tanta pasión le hacía recordar a Argentina. Y lo que vivimos la temporada pasada fue espectacular. El hombre tiene sus cualidades y sus defectos. Nadie es perfecto en este mundo lleno de falsedades. Los fans y el propio Labrune -sigue diciendo Fernandez- amaron a Bielsa por su autenticidad. No podemos dudar que es un hombre íntegro. Cuando se ama a alguien se lo ama con todo lo que es, sus métodos, su trabajo, sus ideas y su carácter”.
Bielsa, siempre igual, jamás dio una entrevista exclusiva a “Luis Attaque”, pero Fernandez dice que defenderá cada crítica injusta que sienta hacia el argentino. “Podrán criticar al entrenador, sus habilidades, su juego, la táctica, pero no al hombre. Un día me dijo que nunca se llevaría bien con dos profesiones, la de los representantes y la de los periodistas. Marcelo fue fiel a sí mismo”.
En los medios desfilaron en los últimos días hinchas célebres de Marsella furiosos con Bielsa. “Marcelo, yo te adoré, te idolatré, pero tú me has traicionado”, expresó Rene Malleville, ex sindicalista y político combativo, del grupo Les Yankee. Otros, que lo odiaron siempre, simplemente reiteraron insultos. “Nunca soporté a quienes no te miran a la cara. Bielsa manipuló a Marsella, es un buen comediante, con cara de pelotudo”, dijo Louis Nicolin, presidente de Montpellier, gran amigo de Platini. En radios y foros de diarios dominó más el enojo que la comprensión. Y en Argentina, otra vez, volvieron los críticos de Bielsa para recordar la eliminación en primera rueda del Mundial 2002 y que, tras los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, lleva más de una década sin ganar títulos. Comprensible el amor eterno de Newell’s. ¿Pero por qué será entonces que en Chile le piden que vuelva si llegara a irse Jorge Sampaoli? ¿Y que en Bilbao -aún en las nubes tras la goleada del viernes a Barcelona- recuerdan como inolvidable su campaña? ¿Y que así como lo querían en Arabia lo quieren ahora en México? ¿Y en Boca sueñan con él para diciembre? ¿Qué contagiará Bielsa a jugadores e hinchas que buscan cómo ubicarse ellos a la altura de tanta pasión y tanto conocimiento? Marsella inicia hoy una nueva etapa con Frank Passi, asistente del argentino. “Seguiremos su legado de fútbol ofensivo”, dijo Passi ayer en “La Provence”, que titula: “La vida sin San Marcelo”.
Bielsa está refugiado en su campo de Máximo Paz. Recargando pilas para un nuevo trabajo. Pensando en cómo recuperar. Para volver a atacar.