No fueron los más de 35.000 manifestantes del martes pasado. Pero anoche, en la cuarta marcha tras las elecciones provinciales, la fila que caminó alrededor de la plaza Independencia con velas, banderas y redoblantes se extendía más allá de una cuadra. “Oh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, fue la consigna que cantaron los ciudadanos indignados anoche.
El clima del reclamo distó mucho de la jornada caótica del lunes, cuando las fuerzas de seguridad reprimieron con golpes, postas de goma y látigos a un grupo que trataba de llegar a la explanada de la Casa de Gobierno. En esa ocasión hubo una veintena de heridos (entre ellos, dos niños). Anoche no se registraron incidentes graves. De hecho, cuando los manifestantes apartaron el vallado, los uniformados ingresaron a la sede del Poder Ejecutivo y, desde las escaleras, la protesta siguió con bombas de estruendo y cánticos contra el gobernador José Alperovich y el vicegobernador Juan Manzur.
A las 20.15 ya había un centenar de manifestantes del Partido Obrero y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, además de varios grupos dispersos de ciudadanos. Cuando las oficinas y los negocios cerraron las puertas, el número de indignados creció hasta 4.000, según las estimaciones de dirigentes.
La nota de la jornada la dieron las velas, con las que los manifestantes encabezaron la marcha, y dos jóvenes que instalaron una mesa con una urna “casera” y parodiaron la entrega de bolsones -dentro del plástico había papeles- a cambio de votos. “Todos fuimos testigos del clientelismo. No hace falta que nadie nos cuente”, dijo Armando, de 26 años.