BRASILIA.- La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, completará mañana el primer año de un turbulento segundo mandato, durante el cual el país se hundió económicamente. Tal vez la primera señal de que el nuevo Gobierno de la primera mujer en acceder a la Presidencia de Brasil no sería fácil la dieron las urnas de octubre de 2014.
En diciembre de ese año, dos meses después del triunfo más reñido de la historia del país y antes de asumir su segundo Gobierno, la política del Partido de los Trabajadores (PT) ostentaba una aprobación popular de entre el 40% y el 42%. Menos del 53% de los electores que le dieron su voto.
Pero ya en ese final de 2014 comenzaron a salir a la luz las malas noticias que socavaron la credibilidad de la mandataria hasta índices inéditos: fue cuando el país comenzó a despertar del furor de la “década de oro”, con Luiz Inacio “Lula” da Silva (2003-2010), y se empezó a vislumbrar la magnitud de la corrupción organizada, que saqueó al ente estatal Petrobras.
Que la situación económica del país era peor de lo admitido en el año electoral quedó demostrado ese mismo diciembre, cuando el Congreso autorizó a Rousseff a incumplir la meta fiscal prevista.
Paralelamente, las denuncias de corrupción en Petrobras golpearon al PT y a sus principales aliados; a ministros y ex ministros de Lula y Rousseff, y a la propia mandataria. La mezcla de corrupción explícita y deterioro económico fue el cóctel explosivo que arrasó con la popularidad de la Presidenta.
Además, Dilma enfrenta un proceso en el Congreso destinado a despojarla del poder. Rousseff está acusada por quienes presentaron el pedido de destitución que acogió el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, de violar la Ley de Responsabilidad Fiscal por practicar maniobras contables destinadas a maquillar la situación de las cuentas públicas en 2014. El proceso se tramita en el Congreso y es largo. Más allá de su desenlace, el desgaste no ayuda a estabilizar a un Gobierno que transcurrió su primer año maniatado y chantajeado por una coalición oficialista crítica e infiel, que no acompañó las iniciativas del Ejecutivo, en especial en materia económica. (DPA)