La exposición “Congreso de Tucumán” que se puede visitar en el Museo Timoteo Navarro, se ha convertido en uno de los grandes atractivos para los turistas, que, en un promedio de 200 (los domingos, 300), concurren diariamente al edificio de 9 de Julio 44.
LA GACETA consultó al secretario de Patrimonio Cultural, Américo Castilla su opinión sobre la exposición (curada por Andrés Duprat y Jorge Gutiérrez), al igual que sobre los trabajos en la Casa Histórica. “Estas obras se hicieron en tiempo récord, y hace muchos años que no se hacía mantenimiento a fondo”, destacó el funcionario, quien además ideó la muestra del Bicentenario que cuenta con 79 piezas. Consultado sobre la polémica que había generado la exposición con ex funcionarios, Castilla respondió: “la verdadera grieta es entre pobreza y riqueza; la discordancia entre artistas, en cualquier época, no sólo no es mala sino necesaria”.
- ¿Cuál es la pieza que, por su valor artístico y/o histórico lo sorprendió en la exposición?
- El hecho de que obras de autores que van desde Prilidiano Pueyrredón a Alejandro Puente o Pablo Siquier de la colección del MNBA (Museo Nacional de Bellas Artes), busquen nuevos interlocutores me parece altamente positivo. Nunca antes circuló por el país una exposición tan importante. Creo que las obras se abren a nuevas lecturas, suscitan otras miradas, y renuevan su propia vida al reflejarse en nuevos públicos. Los ojos de la señora Lavalleja de Calzadilla, de Prilidiano, parecen sonreír por encontrarse en Tucumán. Toda exposición es un recorte y creo que el que ofrecen los curadores de “El Congreso de Tucumán” es uno muy interesante. Podrían hacerse muchos otros, ya que la colección lo permitiría, así como la producción de las recientes generaciones de artistas de todo el país, allí representados.
-¿Opina que se obtuvo el objetivo de poner en diálogo casi 200 años de arte argentino?
- El diálogo entre épocas en algunos casos es muy evidente. La obra de Cándido López (1840-1902), por ejemplo, que muestra una de las primeras guerras de trincheras en un combate cuerpo a cuerpo, se enfrenta a la de Graciela Sacco (1956) que, curiosamente lleva este último nombre, aunque referida a las protestas sociales contemporáneas. A su lado puede verse la magnífica obra realizada con pólvora por Tomás Espina (1975) que alude a represión y medios de comunicación, o la del formoseño Walter Tura (1970) que replica la guerra de Cándido con soldaditos de plástico probablemente fabricados en China. El visitante puede generar sus propios diálogos acerca del conflicto y la violencia e incorporar su propia experiencia personal al rodearse por estas u otras obras como la de Romero (1931) o Jorge Macchi (1963). Ese ambiente de altísima sensibilidad está creado, y sus consecuencias las aporta el visitante. En el otro extremo, el de la abstracción, llama la atención la obra de Tomás Maldonado (1922) que, exhibida entre otras de autores contemporáneos, pareciera la más contemporánea de todas. Esos contactos y muchos otros como el que se genera entre Macció y Quirós en base a la pulsión pictórica, son la materia perceptiva a mi modo de ver más rica de esta exposición.
-¿Qué saldo tiene de los debates en los laboratorios? Hemos consultado entre varios artistas este tema y parece ser uno de los más confusos...
- Los foros de artistas, por lo que pude ver, fueron extraordinarios y merecerían repetirse mil veces. Se generaron contactos, afinidades y discrepancias entre creadores de todo el país. Si la crítica es que no se llegaron a conclusiones claras, la crítica es bienvenida. Los artistas formulan interrogantes, son quizá las personas más adecuadas para hacerlas en toda su riqueza. Si llegasen a conclusiones certeras significaría que probablemente no se esforzaron, y si estuviesen insatisfechos no harían más que representar un estado artístico que los impulse a renovarse.
- En cuanto a la Casa Histórica ¿cómo seguirán los trabajos?. ¿Está conforme por cómo se inauguró? Se comentó mucho el retraso de los trabajos...
- La obra en la Casa Histórica se hizo en tiempo récord. Hacía muchísimos años que no se encaraba el mantenimiento a fondo de su estado edilicio -instalación eléctrica, arreglo de techos, revoques generales, humedades y baños nuevos, entre otros trabajos. La renovación museográfica fue también hecha con trabajo a destajo, con un guión hecho por la historiadora tucumana mejor especializada en la época, diseñada con calidad y en colaboración con todo el personal del museo.