“Tenía el cuerpo roto. Me sangraba el oído, me habían perforado el tímpano”. En el relato de Humberto Rava abundaron las referencias a las torturas que sufrió durante su cautiverio. El ex secretario de Derechos Humanos provincial (2010-2015), pasó ocho años detenido, entre su secuestro el 18 de marzo de 1975 y su liberación, el 19 de julio de 1983.
Rava y su madre Sara González de Rava (ya fallecida) son dos de las 271 víctimas de la megacausa “Operativo Independencia”. El ex funcionario declaró ayer y repasó su peregrinaje por centros clandestinos locales y por cárceles de otras provincias. Militaba en el peronismo y era entonces candidato a presidente del centro de estudiantes de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) local. Afirmó que son 18 las víctimas de esa unidad académica.
Ambos fueron secuestrados en diferentes lugares, el mismo día. Humberto manejaba un auto cuando fue interceptado por otro vehículo. Recordó que lo golpearon y llevaron a una dependencia policial, donde permaneció varios días. Luego, fue llevado a la Jefatura de Policía. Sara estaba en un sanatorio cuidando a su madre, que estaba muy enferma. Fue sacada del centro asistencial y llevada también a la Jefatura.“La sacaron y no entendía nada. Me contó que le dijo a (Roberto) Albornoz ‘por qué me hacen esto, soy una profesora’”, añadió el ex funcionario.
Describió que los llevaron juntos a declarar a Tribunales (Rava fue testigo en el proceso contra el ex juez federal Manlio Martínez). “Hicieron un operativo exagerado. Mi madre estaba muy triste. Recién en el 77 me condenaron a 20 años por tenencia de armas, explosivos y asociación ilícita”, contó. Mientras él estuvo preso, la mujer estuvo en el Instituto del Buen Pastor. Lilian Reynaga, de la asociación de ex presos políticos, compartió su encierro con Sara en ese sitio. “Ella y Julieta Locacio me recibieron y cuidaron. Era muy solidaria. Una gran mujer. Lloraba mucho, pero tenía una gran fortaleza. Contó que la habían golpeado mucho. ‘El Tuerto Albornoz me daba cada trompada’, decía”.
Sara fue liberada y se exilió en México, donde permaneció hasta 1984.