A la par de una alegría inconmensurable, el triunfo de Los Pumas sobre Sudáfrica en Salta dejó algunas imágenes preocupantes, que le dan la derecha a los que desde hace tiempo vienen hablando de “futbolización” del rugby. Una fue la captura de Martín Landajo, uno de los jugadores más experimentados del seleccionado, pidiendo disimuladamente amarilla para un rival. La otra fue la del pésimo comportamiento del público argentino, que soltó una estruendosa silbatina en cada ejecución de los pateadores rivales, y reaccionó con silbidos e insultos a cada fallo del árbitro Jerome Garcés (más allá del que la labor del francés fue notablemente mala). Esto último llevó a la UAR a difundir la campaña #YoNoSilbo con videos y banners durante toda la semana para disuadir a los espectadores de faltar el respeto en lugar de disfrutar la visita del mejor equipo del mundo. “Hagamos docencia. Vamos a la cancha y si el de al lado insulta o silba al pateador, digámosle que no lo haga. Seamos respetuosos”, pidió el presidente, Carlos Araujo.
¿Surtió efecto? Se podría decir que sí. Más allá de que efectivamente se escucharon muchos silbidos (y que algunos gritaron durante el haka en lugar de disfrutarlo en silencio), el ambiente fue más de aliento para Los Pumas que de hostilidad hacia el rival. Y eso que hubo más de 30.000 almas en el estadio José Amalfitani.
Concientización
Ahora bien, ¿y por casa cómo andamos? ¿Se está futbolizando acaso el rugby en una de las provincias con mayor tradición ovalada? Luis Ousset, de la Comisión de Competencias de la URT, se confiesa pesimista al respecto. “Yo viví el rugby toda mi vida y conocí tiempos en los que había mucho más respeto. Recuerdo un árbitro inglés que vivía acá, de apellido Goodward, que cuando la gente silbaba, se sentaba encima de la pelota y no dejaba patear hasta que se callaran. Hoy me canso de ver en las tribunas chicos, adultos, criaturas y mujeres silbando e insultando. Y por eso estaré de acuerdo con cualquier campaña como la que hizo la UAR. Es más, si silban y el pateador falla, yo haría que se patee de nuevo”, propone “Piru”. “No me gustan las comparaciones entre el rugby y el fútbol, son cosas muy distintas. Sí creo, lamentablemente, que el primero se está contagiando de algunas cosas del segundo, pero también creo que estamos a tiempo de cambiarlo”, completa.
El espíritu del rugby
“A los partidos de Los Pumas va mucha gente que no es del rugby, y se comportan como hinchas de fútbol”, señala Roberto Terán Vega, miembro del Tribunal de Disciplina de la URT. “Igualmente, me parece que Tucumán no está entre los lugares de mayor indisciplina. Aquí se hacen cosas para que el espíritu del rugby se mantenga”, añade “Incendio”, en referencia a los carteles que se colocaron en las entradas de los clubes recordando que el árbitro siempre tiene la razón, y el encabezado de los boletines semanales, que reza: “...se debe respeto a los jugadores, árbitros e hinchas rivales. Disfrute el partido en armonía con los demás. El rugby se lo agradece”.
Santiago Altobelli, árbitro de la URT, considera que ese tipo de medidas sirven, pero no son suficientes. “Los réferis deberíamos tener más armas para poder sancionar. Debería haber una campaña de concientización en cada club. Además, los entrenadores de cada división deberían fijarse más en la infracción que cometió su jugador que en lo que cobra el referí. Hace falta más autocrítica. Nosotros también nos podemos equivocar, y si sos árbitro tenés que estar preparado para bancarte los gritos y reclamos de la tribuna, siempre y cuando no te falten el respeto”, advierte Altobelli.
“Es un aspecto que se ha descuidado en todos los clubes”, reconoce Rolando Paz, dirigente de Tucumán Rugby. Si bien el club “Verdinegro” se destaca por su buena conducta en general, “Rolo” admite que cada vez se hace más difícil. “Antes éramos pocos y los dirigentes te retaban cuando había algún exabrupto en la tribuna. Hoy son muchos más y es más complicado controlarlos a todos. Pero sí, es necesario tratar eso porque te descuidás un poco y se vuelve inmanejable”, agrega Paz.
Padres y entrenadores
El problema también abarca a los entrenadores y a los padres que, lejos de colaborar, se trenzan en fuertes discusiones con otros padres o con el árbitro, desnaturalizando el ambiente de diversión que debe caracterizar, sobre todo, a un partido de infantiles o juveniles. “A veces tenés que estar viendo el partido y al mismo tiempo estar pendiente de lo que hacen los padres. Se comportan como si sus hijos estuvieran jugando la final del mundo”, se queja Fernando San Millán, dirigente de Los Tarcos. El año pasado él integró una Subcomisión de Formación y Conducta para mejorar el comportamiento de una parcialidad que ya empezaba a ganarse su fama de problemática.
“No sé si el problema viene sólo de la gente nueva que llegó al rugby, porque hay muchos criados en los clubes, incluso dirigentes, que también se desubican. Es como que la sociedad entera está muy violenta últimamente y está descargando esa violencia en la cancha”, opina San Millán.
Los entrenadores tendrán un rol clave en la búsqueda de una solución, según el dirigente. “Algunos tienen una pelota en la cabeza, sólo piensan en ganar, cuando eso no debería ser lo más importante -sostiene San Millán-. Además de entrenar, deben formar a los chicos en los valores del rugby. Me parece que sería bueno citar a los presidentes de los clubes o a referentes para armar un proyecto que abarque a todos los clubes. Una medida aislada en uno u otro club no sirve”.