Por Federico Espósito
02 Octubre 2016
AL FRENTE. Cada vez que le dieron un centímetro de ventaja el capitán, Agustín Creevy, llevó adelante al equipo. Sin embargo, el empuje del hooker no alcanzó para incomodar a los hombres de negro. télam
BUENOS AIRES (Por Federico Espósito, enviado especial de LG Deportiva).- Cuando Argentina comienza a creer que está muy cerca, que la primera victoria de la historia espera a la vuelta de la esquina, los All Blacks -especialistas en dar baños de realidad- le demuestran de la manera más incontestable que no, que todavía les falta rato en esta arena de gigantes para poder mirarlos a la misma altura y no desde abajo.
Otra vez, como en Hamilton, Los Pumas pelearon de frente y por momentos llegaron a dominar el pleito (al menos en el juego), pero a Nueva Zelanda le alcanzó un ratito para demostrar por qué es el mejor equipo del mundo, hasta cuando juega con algunas caras nuevas. Mostró contundencia en su sentido más puro para sacar una diferencia de casi 20 puntos (36-17) cuando no hubo tal superioridad en el contexto general.
El desafío estaba claro: sostener esos casi 60 minutos de intensidad conseguidos en Hamilton hace tres semanas y llevarlos a 80, o al menos dosificar con mayor inteligencia el combustible, como tan bien lo hace su rival. Es que si uno se pone a ver, el gran mérito de los “hombres de negro” no es llevarse puesto a nadie, sino ser pacientes para esperar agazapados el momento oportuno hasta quebrarle la mandíbula a su oponente, al primer signo de duda. Básicamente, eso fue lo que hicieron con Los Pumas ayer. Su dominio territorial del principio no tuvo mayor impacto en los números porque los de Hourcade tacklearon mucho y bien. Eso forzó a los neozelandeses a cambiar de libreto y buscar el camino pegados a las formaciones. Y llegó el try.
Ese fue el principio de un fin prematuro. En su búsqueda de réplica, Los Pumas se desorganizaron y fueron presa fácil para un equipo que ya es el más anotador de tries de toda la historia del torneo, llámese Rugby Championship o Tres Naciones (llevan 29 en cinco partidos). Desinteligencias varias en el fondo argentino les permitieron a los Blacks prácticamente sentenciar el match con tres tries en los últimos cuatro minutos. Sin contar el de Ben Smith, apenas empezado el complemento.
Lo que se puede rescatar es que Los Pumas no tiraron la toalla y jugaron un gran segundo tiempo a pesar de todo. Buscando la dinámica que Hourcade les implantó en la cabeza, estuvieron durante un largo rato estacionados en campo rival, probando, buscando, intentando, con errores pero también con mucha determinación. Los culpables de que los tries fueran “sólo” dos fueron, en primer lugar, la impecable defensa neozelandesa, cuya prolijidad y capacidad de reorganización bloqueó casi todos los caminos en cada nueva fase. Y también le cabe algo de responsabilidad al árbitro Jaco Peyper, que debió haber cobrado try-penal cuando a Nicolás Sánchez lo bajaron con un alevoso manotazo al cuello justo antes de entrar al ingoal bajo los palos. No hubo tarjeta de ningún color para Patrick Tuipulotu, como tampoco para Elliot Dixon por su hombrazo al rostro de Juan Manuel Leguizamón, pese a que ambos pudieron observarse claramente en las pantallas. ¿Siguen pagando Los Pumas el derecho de piso? La respuesta queda a gusto del consumidor.
Otra vez, como en Hamilton, Los Pumas pelearon de frente y por momentos llegaron a dominar el pleito (al menos en el juego), pero a Nueva Zelanda le alcanzó un ratito para demostrar por qué es el mejor equipo del mundo, hasta cuando juega con algunas caras nuevas. Mostró contundencia en su sentido más puro para sacar una diferencia de casi 20 puntos (36-17) cuando no hubo tal superioridad en el contexto general.
El desafío estaba claro: sostener esos casi 60 minutos de intensidad conseguidos en Hamilton hace tres semanas y llevarlos a 80, o al menos dosificar con mayor inteligencia el combustible, como tan bien lo hace su rival. Es que si uno se pone a ver, el gran mérito de los “hombres de negro” no es llevarse puesto a nadie, sino ser pacientes para esperar agazapados el momento oportuno hasta quebrarle la mandíbula a su oponente, al primer signo de duda. Básicamente, eso fue lo que hicieron con Los Pumas ayer. Su dominio territorial del principio no tuvo mayor impacto en los números porque los de Hourcade tacklearon mucho y bien. Eso forzó a los neozelandeses a cambiar de libreto y buscar el camino pegados a las formaciones. Y llegó el try.
Ese fue el principio de un fin prematuro. En su búsqueda de réplica, Los Pumas se desorganizaron y fueron presa fácil para un equipo que ya es el más anotador de tries de toda la historia del torneo, llámese Rugby Championship o Tres Naciones (llevan 29 en cinco partidos). Desinteligencias varias en el fondo argentino les permitieron a los Blacks prácticamente sentenciar el match con tres tries en los últimos cuatro minutos. Sin contar el de Ben Smith, apenas empezado el complemento.
Lo que se puede rescatar es que Los Pumas no tiraron la toalla y jugaron un gran segundo tiempo a pesar de todo. Buscando la dinámica que Hourcade les implantó en la cabeza, estuvieron durante un largo rato estacionados en campo rival, probando, buscando, intentando, con errores pero también con mucha determinación. Los culpables de que los tries fueran “sólo” dos fueron, en primer lugar, la impecable defensa neozelandesa, cuya prolijidad y capacidad de reorganización bloqueó casi todos los caminos en cada nueva fase. Y también le cabe algo de responsabilidad al árbitro Jaco Peyper, que debió haber cobrado try-penal cuando a Nicolás Sánchez lo bajaron con un alevoso manotazo al cuello justo antes de entrar al ingoal bajo los palos. No hubo tarjeta de ningún color para Patrick Tuipulotu, como tampoco para Elliot Dixon por su hombrazo al rostro de Juan Manuel Leguizamón, pese a que ambos pudieron observarse claramente en las pantallas. ¿Siguen pagando Los Pumas el derecho de piso? La respuesta queda a gusto del consumidor.
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