El aroma a choripán inundaba las inmediaciones de la cancha de Atlético, y dificultaba el trabajo del cronista de LG Deportiva. Miguel Ángel Reynaga, de 27 años, era uno de los responsables por la dispersión del periodista. “Vendo ‘choris’ desde que tenía 11 años; y siempre aquí”, cuenta. Su voz emerge desde el centro de la columna de humo que sale de la parrilla, ubicada en la mismísima esquina de Chile y Laprida.
Miguel es hincha fanático de Atlético. Y siempre está atento al partido, desde su puesto de trabajo. “Escucharlo de afuera de la cancha es lindo”, dice, como queriendo convencerse. Pero termina por admitir que prefiere ver jugar al “Decano” antes que oír los festejos o las renegadas -según cómo esté jugando Atlético- de los hinchas. “Siempre entro en la ‘colada’; dejo tirado todo, y nadie roba porque todos se conocen”, dice, en alusión a su puesto de venta de telúricas delicatessen.
En efecto. Interrumpe varias veces la charla con LG Deportiva para responder el saludo de uno y de otro hincha que pasa. “Yo tengo mis clientes fijos, los de la barra ya me conocen; todos me conocen por el ‘Chori light’, que son los mejores”, desafía. Y añade que nunca se queda con mercadería. “Siempre vendo. Gane o pierda el ‘Decano’ vendo”, cuenta.
Miguel vive de la venta de choripanes; sus famosos sánguches cuestan $ 40. Cuando no hay partido suele instalarse, según precisa, en las puertas de una bailanta o de una peña; ambas, ubicadas en el microcentro. “Ahí me conocen por ‘el Chori de los Deca’”, precisa.
Hacia el final de la charla, se pone serio. Afirma que, más allá de la coyuntura por la que está atravesando el “Deca”, confía en que el equipo andará muy bien. “Yo lo vi a Atlético pasar por todas las categorías; y esto es una fiesta. Atlético pueda dar alegría o tristeza, pero es lo mejor que hay”, asegura. Y vuelve a atender su puesto, alrededor del cual ya se habían acumulado hambrientos clientes.