Nicholas Kristof/The New York Times
El escritor satírico Andy Borowitz recientemente aseguró que Donald Trump había sido nombrado “empleado del mes” del Kremlin. Yo solté una risita pero luego hice un gesto de dolor. Sí, eso es doloroso incluso como chiste.
Algunos de los informes más explosivos sobre Estados Unidos de los últimos días aparecieron en periódicos israelíes. Señalan que funcionarios de los servicios secretos estadounidenses le advirtieron a Israel que “tenga cuidado” de comunicarle información confidencial a la Casa Blanca de Trump por miedo a que este se la trasmita a Rusia.
Se dice que funcionarios de los servicios secretos estadounidenses advirtieron que Vladimir Putin tiene “medios” para extorsionar a Trump. Eso presuntamente se refiere a los tejemanejes relatados en un expediente, con el que supuestamente Moscú comprometió a Trump al grabarlo cuando este retozaba con prostitutas en un hotel de Moscú.
Pero quizá lo más inquietante son las indicaciones de colusión entre Moscú y la campaña de Trump.
Trump rechaza enérgicamente todo eso, el expediente no tiene absolutamente ninguna evidencia que lo fundamente y debe de tratarse con escepticismo. Pero manifiesta una incertidumbre sin precedentes: hay un perturbador grano de duda de que realmente podamos confiar plenamente en el hombre que va a ocupar la Oficina Oval.
Entonces, ¿el próximo presidente de Estados Unidos es un perro faldero de Rusia?
Esto es lo que sabemos hasta ahora. El expediente fue recabado por un ex agente británico del MI6, llamado Christopher Steele. Un ex embajador de Gran Bretaña en Rusia aseguró que Steele era un “operador profesional muy competente” que no inventaría cosas.
Como sea, el expediente empezó como una investigación de la oposición financiada por gente que buscaba mugre en Trump y desde hace semanas ha estado en manos de empresas periodísticas (The Times entre ellas), la FBI, de políticos y otros. Y nadie ha podido probar sus acusaciones. Lo que más se ha acercado es esto: la BBC dijo que “el jefe de una agencia de servicios secretos de Europa oriental” estaba al tanto de ese material y que los agentes de la CIA que investigaron la cuestión proporcionaron detalles, señalando que había “más de una cinta”.
Miren, es justicia divina que Donald Trump, que por años mantuvo falsamente que el presidente Barack Obama había nacido en el extranjero, ahora se vea envuelto en rumores igualmente infundados. Así que los demócratas tienen todo el derecho de reírse con ganas. Pero deben de mantener su escepticismo.
Estas no son “noticias falsas” como las que inventan los sitios web de Macedonia, pero sí son tan factibles como infundadas. A diferencia de lo que decía Trump de que Obama había nacido en el extranjero aun después de que el presidente mostrara su acta de nacimiento, este rumor no ha sido no refutado ni desacreditado. Y se consideró con la credibilidad suficiente para informar al respecto tanto al presidente como al presidente electo. El informe ocupa un turbio lugar en el medio: quizá sea verdad, quizá no.
El comité de inteligencia del Senado ya anunció que investigará la interferencia rusa en la elección, y otros senadores republicanos parecen decididos a no olvidar el asunto. Eso es bueno: los demócratas ...(Continued on next page)
tendrían poca credibilidad si investigaran a Trump, por lo que es lógico que sean los republicanos los que encabecen esas investigaciones.
Mientras tanto, hagamos a un lado el chantaje sexual y concentrémonos en lo que es indisputable: Trump alaba a Putin, critica a la Organización del Tratado del Atlántico del Norte y les resta importancia a los crímenes de guerra rusos y a los intentos de robarse la elección estadounidense.
En cambio, Trump compara al sector de inteligencia estadounidense con los nazis, dando a entender que fue responsable de que se filtrara el expediente. En efecto, es asombroso ver a un presidente electo acurrucarse con los rusos mientras desdeña a su propio bando, creando un abismo entre la Casa Blanca y el sector de los servicios secretos.
“Es extraordinariamente grave”, señala Jeffrey H. Smith, ex asesor general de la CIA. “Nunca había visto nada como esto.” Agregó que la agencia se había animado con el nombramiento de Mike Pompeo como su director, pero que su moral y su efectividad saldrían dañadas de continuar el pleito con la Casa Blanca de Trump.
También es innegable que Trump ha designado a personas suaves con Rusia. Por ejemplo, el teniente general Michael T. Flynn, próximo asesor de seguridad nacional, recibió dinero en 2015 de la televisora RT, que es la fachada propagandística de Rusia, y estuvo sentado al lado de Putin durante una cena de RT. Rex Tillerson, nombrado como próximo secretario de Estado, es uno de los empresarios estadounidenses más amistosos con Putin.
Por muchos meses hubo indicaciones de extraños nexos entre la campaña de Trump y Moscú, como cuando en noviembre el gobierno ruso aseguró que había mantenido contactos con el “entorno inmediato” de Trump. La FBI investigó los nexos de Trump con Rusia durante el verano y el otoño y se dice que solicitó autorización para monitorear a los asistentes del candidato sospechosos de tener relaciones impropias con funcionarios rusos.
Entonces, ¿qué está pasando?
La pregunta más importante es simplemente por qué el presidente electo ha estado tan empeñado en tomar partido por Rusia, dañando al hacerlo a su propio sector de inteligencia. Quizá se trate de un intento genuino, aunque ingenuo, de “restablecer” las relaciones. Pero, caray, los presidentes nuevos han tratado de hacerlo antes y han fracasado cada vez.
La opinión de Trump está tan alejada de la política exterior convencional que inevitablemente habrá teorías aún más oscuras para explicar la suavidad de su postura hacia Rusia. Esas teorías podrían ser sus lazos financieros con Moscú, ya que Trump se ha negado a publicar sus declaraciones de impuestos. O el sórdido chantaje como el que se dice que hay en el expediente.
Tales rumores pueden estar equivocados y ser injustos, pero aun así persisten. Perjudican a Trump, al sector de inteligencia y a los mismos Estados Unidos, y el mejor remedio sería la transparencia. Eso significa pesquisas del Congreso encabezadas por republicanos y mantener la investigación de la FBI.
No podemos permitir siquiera la impresión de que nuestro presidente es el hombre del Kremlin en Washington.