Por Steven Erlanger, The New York Times
Los alemanes están enojados. Los chinos están rotundamente furiosos. Los líderes de la OTAN están nerviosos, mientras que sus contrapartes en la Unión Europea están alarmados. Donald Trump ha centrado, de nuevo, su inclinación por la alteración impredecible del resto del mundo. Sus observaciones en una sarta de digresiones y entrevistas, a veces contradictorias, han escalado las tensiones con China, mientras que también han enfurecido a los aliados y a las instituciones críticas para el tradicional liderazgo de EEUU en Occidente.
Nadie sabe exactamente hacia dónde se dirige, excepto por el único país al que no está criticando, Rusia y a su presidente, Vladimir Putin. Por ahora. Y que es un entusiasta animador del “brexit” y no está afiliado a Gran Bretaña. Por ahora.
La imprevisibilidad de Trump es quizá su característica más previsible. El mundo está acostumbrado a sus mensajes provocadores en Twitter, pero tiene menor claridad en cuanto a si sus observaciones representan nuevos lineamientos políticos significativos, juicios personales o caprichos pasajeros. En las entrevistas, Trump describió a la Unión Europea como “básicamente, un vehículo de Alemania” y pronosticó que, probablemente, el bloque vería que otros países seguirían el ejemplo de Gran Bretaña y votarían por salirse. Trump también dijo que la canciller de Alemania, Angela Merkel, había cometido “un error catastrófico” al permitir que los refugiados entraran en Europa.
La andanada de comentarios provocadores en entrevistas conjuntas, publicadas el domingo y el lunes en Gran Bretaña y Alemania provocaron alarma e indignación en Europa, aun cuando, con indiferencia, Merkel caracterizó las posiciones de Trump como nada nuevas. “Se conocen desde hace algún tiempo; también se conocen mis posiciones”, dijo Merkel. “Creo que nosotros, los europeos, tenemos el control de nuestro destino”, dijo.
Su respuesta sucinta se produjo cuando funcionarios y analistas batallaban con el cómo interpretar los comentarios de Trump, así como la forma de reaccionar ante ellos.
Algunos argüían que las palabras del presidente electo deberían considerarse como tácticas, con el propósito solo de mantener abiertas sus opciones. Sin embargo, casi todos estaban de acuerdo en que Trump había creado problemas, en especial al criticar a Merkel, dada su importancia como una figura de estabilidad en Europa y su campaña por la reelección más adelante en este año.
Como una buena medida, Trump también había enfurecido a China al usar una entrevista el viernes con The Wall Street Journal para, de nuevo, cuestionar su antigua política de una sola China, por la cual se sostiene que Taiwán es una parte inalienable del continente.
Hua Chunying, la portavoz del ministerio de relaciones exteriores de China, dijo que cualquiera que trate de utilizar la situación de Taiwán para las negociaciones se estaría “haciendo pedazos el pie al levantar una roca” y enfrentaría una amplia y fuerte oposición del gobierno y el pueblo de China, así como la comunidad internacional. Añadió que “no todo en el mundo se puede regatear o compensar”.
El periódico China Daily en inglés acusó a Trump de “jugar con fuego” porque dijo que si Taiwán decidía sostener negociaciones, como lo sugirió Trump a The Journal, “Pekín no tendrá más opción que quitarse los guantes”.
Las entrevistas de Trump en Europa lo han colocado justo en medio de los problemas más contenciosos del continente. No se puede decir que su crítica al dominio alemán sobre la Unión Europea sea una idea nueva; muchos europeos comparten las mismas quejas. Sin embargo, lo que es alarmante es que un presidente estadounidense entrante haga tales declaraciones sobre un aliado clave y, al hacerlo, socorra a los partidos populistas que buscan hacer pedazos a la elite política europea.
En la entrevista publicada el lunes en el periódico alemán Bild, y en The times de Londres, Trump también equiparó su confianza en ella con su confianza en Putin. “Empiezo por confiar en ambos”, dijo durante una entrevista conjunta, la cual se llevó a cabo en su oficina, en la Torre Trump, en Nueva York, “pero veamos qué tanto dura esto. Es posible que para nada dure mucho”.
Sin duda que Trump sabe cómo dar un entrevista provocadora. Repitió sus críticas pasadas de que la OTAN es “obsoleta” porque supuestamente no ha confrontado al terrorismo, pero agregó rápidamente: “dicho lo cual, la OTAN es muy importante para mí”.
Los comentarios de Trump “son un asalto directo contra el orden liberal que hemos construido desde 1945 y un repudio a la idea de que Estados Unidos debería liderar a Occidente”, notó R. Nicholas Burns, quien fuera alto funcionario del Departamento de Estado, embajador ante la OTAN, y también asesoró en la campaña presidencial de Hillary Clinton.