BUENOS AIRES.- Si en casi 22 años de jugador profesional Luis Scola ha perseverado en la irrenunciable alquimia de espíritu amateur y rigor profesional, no hay motivos para deducir que habrá de resignar esa distinción ahora que Brooklyn Nets lo ha dejado en libertad de acción.
El interrogante que pulsa a estas horas es el de si algunos de los otros 29 equipos de la NBA se interesarán por sus servicios, los gestionarán y extenderán sus diez años de permanencia en la elite del deporte de la pelota naranja.
Imposible no parece, tal vez remoto y complejo, toda vez que el ala-pivot criado en Floresta y en Martín Coronado transita ya la pendiente de su carrera y el 30 de abril cumplirá 37 años.
Tal vez sí, tal vez no y al cabo vuelva a Europa, donde entre 1998 y 2007 dejó una huella imborrable en Gijón Baloncesto y Saski Baskonia.
Salvo que requiera sus servicios algún coloso de la NBA de los que jugarán playoff y pugnarán por el glorioso anillo y desde luego salvo que atribuya un significado especial a la continuidad de su carrera, ninguna geografía ni circunstancia añadirán ni quitarán un ingrediente esencial a lo que desde un buen rato es, sin más, una trayectoria excepcional.
Al parecer el vínculo de Scola y la NBA nació con promesas incumplidas y terminará en esa misma sintonía: el error histórico admitido por Gregg Popovich, el de no haberlo sumado al plantel aun cuando lo habían elegido en el draft, lo alejó de San Antonio Spurs y al tiempo de la alternativa de formar parte de empresas mayúsculas.
Y eso pese a sus momentos de marea alta en Houston Rockets.
Así y todo, que amén de haber jugado en Rockets lo haya hecho en Phoenix Suns, Indiana Pacers, Toronto Raptors y Brooklyn Nets da cuenta de una valoración muy por encima de sus números.
El manager de los Nets, Sean Marks, lo despidió con sumo respeto, con el vigoroso respeto que portan tres palabras de significado inequívoco: “enfoque”, “dedicación” y “modelo”.
En el peor de los casos Scola se habrá despedido de la NBA con el prestigioso halo que había llegado en 2007.
Jamás volvió a la plenitud después de la lesión sufrida en una rodilla en medio de la etapa previa al Preolímpico de 2011 en Mar del Plata, pero en todo caso tan cierto como que tampoco dejó de mantener el mínimo, vital y móvil de pericia y de tensión competitiva, y mucho menos perdió la alegría de jugar el juego que mejor juega y que más le gusta.
Y ya es hora de subrayarlo, qué tanto: Luifa Scola es un prócer viviente y en tanto tal cualesquiera que sea el rumbo que tome deberá ser acompañado con estima y con cariño, puesto que el olimpo lo tiene ganado hace rato. (Télam)