NUEVA YORK.- Cadera, pierna, codo, tobillo, ingle, rodilla y hombro: no es una lección de anatomía, sino la enumeración de partes del cuerpo en las que el sudafricano Kevin Anderson ha tenido lesiones en los últimos dos años.
Anderson, rival hoy, a las 17, de Rafael Nadal en la final del US Open, cayó al puesto 80 del ranking -peor posición histórica desde que entró al top 100 en 2010- tras operarse del tobillo en 2016.
Tal vez en esos vaivenes se encuentre la explicación del alocado festejo en el triunfo ante Pablo Carreño que le permitió llegar a su primera final de Grand Slam. Apenas consumado el triundo corrió hacia el fondo de la cancha y, con ágiles saltos, subió la pared que separa la cancha de la tribuna para abrazarse con Kelsey O’Neal, su esposa, Neville Godwin, su entrenador, y con el resto de su equipo.
“Esta victoria es la razón por la que trabajamos tan duro”, indicó el sudafricano, que llegó a ser top ten en 2015. El lunes aparecerá 15 y, si hoy da la sorpresa, 10.
El español, por su lado, tiene un favoritismo tan marcado, que resulta difícil encontrar una situación similar y tan nítida en sus 22 finales de Grand Slam anteriores.
Hay que remontarse a 2005 cuando se impuso en Roland Garros a Mariano Puerta, para encontrar diferencias tan notorias. Pero Nadal todavía era un adolescente con un enorme futuro en ese momento y no había levantado ninguno de los 15 grandes que tiene hasta ahora. Aún así, Nadal es cauto: “Lleva un tiempo jugando mejor. Es un jugador de máximo nivel, y más en este tipo de superficies”. (DPA)