Hace 15 años, La Gloriosa apostó a romper el cinturón que encorsetaba a las salas tucumanas y se arriesgó a abrir su espacio en San Luis 836, barrio Sur. Salir del centro implicó, en sí mismo, un mensaje de inclusión y de propuesta, para demostrar que el arte transita todos los territorios de la provincia.
Este espacio tiene dos referentes, que se complementan y potencian para construir un sitio distinto, que permite trabajos en altura que otros lugares no puede acoger. Por ese motivo, Noé Andrade y Pablo Gigena entremezclan sus voces en la entrevista con LA GACETA hasta el punto de construir una sola idea como respuesta.
Andrade alerta: “calificar de positivo un balance sería minimizar una experiencia profunda, frondosa y aventurera a la que le dedicamos un tercio de nuestras vidas”. “Nosotros, el público, los artistas y la ciudad hemos hecho y vivido mucho en La Gloriosa, en una epopeya cultural con condimentos de una novela histórica, llena de luchas, angustias y ansiedades; esfuerzos supremos y sufrimientos; abandonos y deserciones, pero también plena de alegrías públicas e intimas, manos solidarias, aprendizajes, aplausos y agradecimientos”, agrega.
Los responsables del lugar destacan la idea de Roberto Arlt de la prepotencia del trabajo para lograr el reconocimiento alcanzado en todo el país y reconocen haber cumplido con sus propósitos. Aunque les queden muchos por alcanzar, destacan: “haber construido una identidad como punto cultural y un camino muy propio como gestores independientes”.
“Nuestras expectativas a futuro son muy altas, tenemos mucha fe y convicción tanto de nuestro teatro como del de nuestros compañeros, para que vuelva a ser la droga más solicitada por el público. Queremos que la gente nos prefiera al cine hollywoodense, a las obras de la calle Corrientes, a los recitales masivos, a los boliches y a los juegos de video. En intentarlo se nos va la vida, las energías y la inteligencia. Soy un soñador del renacimiento del teatro, pero no soy el único, aunque a veces sea difícil”, dice Gigena.
Lo que distingue a La Gloriosa en el mapa teatral tucumano es, a criterio de sus encargados, una muy amplia, diversa y ecléctica producción en cuanto a temáticas y a poéticas, mayormente alternativa, que ha hecho que los grupos que plantean creaciones más libres, búsquedas, transgresión y experimentación los hayan elegido.
“Hacemos un trabajo serio, profesional, comprometido e imprescindible para la comunidad, ya que hacemos cultura, un valor de tanto calibre como la educación y la salud. Buscamos y estimulamos la experiencia expresiva; el encuentro entre el público tucumano y artistas locales y extranjeros, para generar encuentros y aprendizajes. Políticamente somos independientes, ya que no respondemos a líneas oficiales, privadas ni partidarias, sino nuestra propia política cultural que intenta ser solidaria, comunitaria, colectiva, cooperativa y humanista, además de honesta y directa”, aporta Gigena.
Andrade sostiene que el mayor inconveniente que afrontan no es geográfico o económico, sino mental: “hay públicos, gestores, informadores, funcionarios y artistas que aún consideran que en el microcentro se hacen mejores obras, lo cual es una pobre fantasía mental, no una realidad; nuestra permanencia demuestra que le ganamos al prejuicio”.