Por Willy G. Bouillon
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
En la madrugada del 9 de octubre de 1967, en la escuela de La Higuera, un paraje situado en la región amazónica del oriente boliviano, dos hombres se miran en silencio. No podrían ser más diferentes. Uno es el sargento Mario Terán. Está tembloroso, aunque porta un fusil automático. El otro es Ernesto Guevara. Si alguien hubiese opinado que parecía una piltrafa humana no exageraría. Está descalzo, su ropa destrozada, el cabello hirsuto y pierde sangre de un par de heridas en las piernas. Muchos años después, Terán explicará por qué cada tanto prefería abandonar la habitación e irse a fumar afuera. “No soportaba la mirada serena del Che, pese a que sabía que le quedaban segundos de vida”.
Mucho se ha escrito sobre Ernesto Guevara Lynch. Pacho O’Donnell, autor de Che. Luchar por un mundo mejor (Sudamericana), menciona a varios autores, incluido el norteamericano Jon Lee Anderson, cuyo texto alcanzó gran difusión y para cuya escritura vivió tres años en La Habana. O’Donnell hizo algo parecido, pero viajando a los lugares en que combatió o residió el guerrillero argentino –diversos países de América y Africa- en donde entrevistó a sus parientes, amigos, camaradas y enemigos. Muchos capítulos de su libro los conforman exclusivamente evocaciones y declaraciones personales de ellos. Pacho empezó por la base, aprovechando la circunstancia cercana de que su padre, el pediatra Mario O’Donnell, atendió a Guevara en su infancia por el asma que lo torturó a lo largo de sus 39 años y fue quien recomendó a sus padres que se trasladaran a Córdoba, cuyo clima podía aliviar las crisis del niño.
Por supuesto, las muchas biografías no pueden diferir demasiado. Todas abordan hechos que fueron perfilando etapas significativas de la vida que se desarrolla: el vínculo con Fidel Castro, iniciado en México; la organización del grupo rebelde que va a ejecutar el propósito de derrocar a Fulgencio Batista; la travesía hacia Cuba del lanchón Granma, inicio de la ejecución de los planes y objetivos guerrilleros; los numerosos combates que tienen lugar en la isla hasta la toma de la capital, tras lo cual Guevara asume como ministro de Industria, etc. Pero estamos ante “un hombre que quiere cambiar el mundo”, por lo que prontamente abandona los ámbitos oficinescos para llevar a cabo un intento similar en el Congo y luego, frustrado, despliega esos planes revolucionarios en Bolivia, país en donde no sólo tampoco tendrá éxito sino que será su último escenario, al ser ejecutado por un sargento que tiembla ante su mirada.
(c) LA GACETA
* Esta es la última nota que escribió el autor, fallecido la semana pasada. Willy G. Bouillon, asiduo colaborador de estas páginas, fue un destacado periodista y escritor. Trabajó durante varias décadas en el diario La Nación y fue colaborador de distintos medios. Dos veces ganador de los premios del Fondo Nacional de las Artes y del de la Secretaría de Cultura de la Nación, fue autor de numerosos libros celebrados por la crítica.