Por Alberto Rojo - Doctor en Física, músico y escritor
Pienso en Tucumán y pienso en las dualidades argentinas. La idea gravita en mí quizá porque siento que mi historia personal y profesional invita a que me vean como un ser dual, un anfibio del arte y de la ciencia, cuando en realidad no hay una costura (no quiero decir grieta pero ya lo dije) entre esos dos tejidos culturales.
Cuando estoy en Argentina paso la mayor parte de mi tiempo en Buenos Aires y es inevitable que reconozcan mi “tonito” o “tonadita” del interior. ¿El interior de qué? Si Tucumán, con el resto de las provincias, son el interior, ¿qué es Buenos Aires? ¿El exterior? Una pregunta ingenua que resume una dualidad de origen, acaso iniciada en la opción Facundo-Martín Fierro, y que nos hace un país de dos versiones: dos academias de ciencias, dos fechas patrias, dos letras de la Zamba de Vargas. Descubro que Alberdi ya había señalado algo parecido en “Grandes y pequeños hombres del Plata”: “Dos países, dos causas, dos intereses, dos deudas, dos créditos, dos tesoros, dos patriotismos, bajo los colores externos de un solo país”.
No puedo contestar qué es Tucumán para mí, hoy, en un sentido político o institucional: no estoy empapado del día a día. Sí estoy (o estuve en el pasado reciente) en contacto, y colaboré, con algunas instituciones educativas. Me gustaría hacerlo más. Y por qué no contribuir a que Tucumán sea, o vuelva a ser, ese centro cultural e intelectual que mi papá -fue hijo de un padre que llegó y padre de un hijo que se fue- evocaba con tanto orgullo.
Suelo preguntarme si yo mismo, con dos patrias, dos idiomas, no soy un hombre sino dos extrañas mitades de un hombre. Pero cuando llego al aeropuerto y el auto pasa por el Parque 9 de Julio, y reconozco los olores, y luego escucho que mi alma canta al unísono con los ruidos del centro, y siento ese extraño alivio al reconocer cada calle y cada esquina, acaso ya cambiada, pero que en el mapa traslúcido de la memoria corresponde con algo que viví y sentí de joven, siento que a pesar de no vivir en Tucumán, Tucumán vive en mí. Y soy uno.