No es un escenario descabellado pensar en una tasa de inflación del 17% al 20 % en 2018 y del 12% al 15% en 2019. Al menos así lo planteó el doctor en Economía Adrián Ravier, quien analizó para LA GACETA los detalles de la “corrección” que hizo el Gobierno de las metas inflacionarias para 2018.
- ¿Por qué el Gobierno decidió recalibrar las metas ahora y no después?
- Este gobierno no miente sistemáticamente como lo hacía el anterior. Estableció metas y si bien se cumplió la tendencia (la inflación núcleo bajó casi a la mitad), surgió una brecha entre el objetivo y el resultado. Al recalibrar las metas se reconoce lo que ya todos los analistas venían diciendo y evita la incomodidad de los funcionarios a la hora de expresarse en los medios, sabiendo que las metas originales ya no se iban a cumplir. Esto por supuesto que no es gratuito. Hay un costo de credibilidad. Hacerlo antes de las elecciones no hubiera sido prudente desde el punto de vista político. Hacerlo en estos dos meses del año le permite al gobierno transparentar su trabajo para los dos años que quedan de gobierno.
- ¿Quien ganó y quien perdió con estos anuncios?
- El anuncio ofrece transparencia. Lo celebro. Pero claro que hubiera sido óptimo cumplirlas. Lo que preocupa, sin embargo, es la foto del jueves. Vimos al Presidente del Banco Central entregar su independencia a los Ministros de Hacienda y Finanzas y al Jefe de Gabinete. Recuérdese que el anuncio ni siquiera lo hizo el Presidente del Banco Central. Esto no es menor. Además, la inflación en un dígito que era el objetivo fundamental del gobierno ahora se traslada a 2020, lo que significa que ya no depende de este gobierno, sino del que surja electo en 2019. Federico Sturzenegger no podrá cumplir su objetivo de entregar su mandato con un país en el que la inflación ya no sea un problema.
- ¿Seguirá subiendo el dólar?
- El dólar ya estaba en suba antes de los anuncios. Es natural en la Argentina que durante el verano la cotización se incremente debido a la mayor demanda de quienes viajan por turismo al exterior. Pero el anuncio aceleró la suba, al declarar el gobierno que bajarán las tasas de interés. No está claro aun qué nivel va a tomar, pero sí sabemos que van a bajar. Si baja el premio de quienes invierten en activos en pesos, es lógico un traspaso al dólar. El atesoramiento en dólares implica una mayor demanda que acelerará un poco más los incrementos que veníamos viendo. La buena noticia de la suba en el dólar es que contribuye a corregir al menos un poco el atraso cambiario que tiene la Argentina, en un momento en que se anunciaban un fuerte déficit en la cuenta corriente. Pero respondiendo a la pregunta, el dólar sí puede seguir subiendo en estos últimos días del año y en los primeros de 2018. El proceso igualmente se va a detener pronto, tomando en cuenta los U$S 30.000 millones que el gobierno está tomando de deuda y que contribuyen a incrementar la oferta de divisas. Es posible incluso que después del salto en la cotización del dólar por los factores que venimos señalando, ya después del verano veamos que la cotización se congele el resto del año. Los analistas no podemos afirmar esto con certeza porque en definitiva es una decisión política si se corrige o no, y en qué grado, el atraso cambiario.
- ¿Cómo se plantearían las próximas paritarias?
- Este me parece que es el tema central. El gobierno no utiliza las metas inflacionarias como un objetivo a alcanzar. Esta nunca fue su intención. El objetivo de las metas se puede dividir en dos: por un lado, se muestra una tendencia de desinflación que el gobierno puede orgullosamente mostrar y confirmar; por otro lado, intenta que la meta de inflación sea la base de las paritarias. Que en 2016 y 2017 la tasa de inflación haya sido mayor que las metas le permite al gobierno confirmar un ajuste real en la baja del gasto público que necesita a su vez para alcanzar las metas fiscales. Decía antes que el costo de cambiar las metas es la pérdida de credibilidad. Si los sindicatos y gremios tomaron nota de lo que viene ocurriendo, imagino que endurecerán sus posiciones en 2018 para acordar por ratios mayores a los fijados en las metas, lo que a su vez complicará al gobierno para cumplir estas nuevas metas. Resumiendo, el gobierno nos está diciendo con estas metas que la inflación estará encima del 15 % al final de 2018. Cuánto más arriba dependerá de su capacidad de negociación en las paritarias, entre otros puntos.
- ¿Habrá un sendero de desinflación?
- Soy optimista de que el gobierno mostrará en sus cuatro años de gestión un sendero de desinflación. Si 2017 cierra alrededor del 24 %, imagino en 2018 una tasa de inflación abajo del 20 %. Demasiado gradual, pero el sendero estará confirmado. Preocupa sin embargo que la tasa de inflación objetiva por debajo del 5 % como muestran países normalizados recién podrá alcanzarse desde 2020 en adelante, e insisto en que esto ya está fuera del alcance de este gobierno. No es un escenario descabellado pensar en una tasa de inflación del 17% al 20 % en 2018 y del 12% al 15% en 2019, como ya he advertido anteriormente.
- ¿Las tarifas seguirán calentando los precios?
- Los economistas decimos que la corrección del atraso tarifario no genera efecto inflacionario. Esto se debe a que el dinero que la gente coloca en el pago de estas tarifas incrementadas, lo deduce del gasto que puede generar en otras divisiones de la canasta que se utiliza para medir la inflación. En definitiva, sí podemos mostrar incrementos en la división que incluye los servicios públicos, pero habría bajas en las otras divisiones como pueden ser alimentos y bebidas o indumentaria. Un argumento contrario es que ese dinero que se utiliza para pagar las tarifas incrementadas no proviene del gasto en otras divisiones de la canasta, sino del atesoramiento que podrían ejercer las familias. En tal caso, las tarifas seguirán calentando precios. Aun si esto último fuera cierto, igualmente pienso que el Gobierno debe seguir corrigiendo hacia arriba las tarifas para fortalecer el desarrollo de inversiones que representan hoy un cuello de botella para el crecimiento económico; y también para reducir los gastos en subsidio que permitirán solucionar gradualmente el enorme desequilibrio fiscal.