España y Alemania, los dos últimos campeones del mundo basaron su éxito en abrumar al rival a través de la posesión y el fútbol control. Pero esa fórmula ganadora ha sucumbido ante una idea mucho más simple: defensa organizada y ataques rápidos.
El cambio de orden se atisbó en la Eurocopa de 2016 que coronó a Portugal y se confirmó en el Mundial de Rusia: Alemania se despidió en la fase de grupos con una posesión media del 67 por ciento y España cayó en octavos de final en un partido en el que dio 1.029 pases, récord para una Copa del Mundo.
España, campeón en 2010 tuvo una posesión media en el torneo del 68,5 por ciento, más que ningún otro equipo en lo que va de Mundial. Pero el duelo de los españoles ante el anfitrión Rusia (en el que perdió por penales tras empatar 1-1) evidenció que todo es relativo: tuvo el 75 por ciento de la posesión, pero el gol que marcó llegó de rebote y tampoco tuvo muchas ocasiones claras. “Soy un gran fan del ‘tiki taka’, del juego bonito, pero no hemos visto nada de peligro del equipo español”, analizó Cesc Fábregas en la cadena BBC luego del cotejo ante los rusos, un partido por momentos soporífero, de ritmo lento y cansino.
“Todo el rato volvían para atrás, posesión, posesión. Era más posesión para defender que para atacar. Y debería ser lo contrario”, añadió el volante central, protagonista de esa generación española que marcó una época con dos Eurocopas y un Mundial entre 2008 y 2012.
Por esa época brillaba también Barcelona de Josep Guardiola con una idea similar. Y de todo eso bebió la Alemania de Joachim Löw, una selección que reinterpretó la idea para proclamarse campeona del mundo en Brasil 2014. El presente es crudo: ni España ni Alemania ni Barcelona ganan ahora mimando la pelota.