Julio no decepciona en Tucumán. Fiel a su estirpe de mes con definiciones importantes, se marcha dejando claridades en la escena política. Cierto es que en el país de la inestabilidad, todo lo sólido se desvanece en las crisis. Pero no es menor que a un año de las próximas elecciones provinciales quienes ocupan los principales espacios de poder hayan dado algunos pasos orientados hacia donde su voluntad política querría llevarlos.
Quien es noticia por estas horas es el intendente de la Capital. La presentación judicial en la que dos parlamentarios de su espacio (la diputada Beatriz Ávila y el legislador Alfredo Toscano) denuncian que no efectuaron aportes a las campañas de 2015 del Frente para la Victoria (lo enfrentaron en las urnas) es un tanque de oxígeno para el macrismo. El oficialismo nacional está sumergido en una mar de denuncias por falsos aportantes para la campaña bonaerense.
Con este trazo de compás de navegación, Germán Alfaro señala una ruta: su puerto sigue siendo Cambiemos (hubo varias llamadas ministeriales agradecidas de la Casa Rosada entre el miércoles y ayer), aunque será crítico todas las veces que haga falta, como lo fue el 9 de Julio.
El público reproche del jefe municipal hacia el Presidente de la Nación, por su decisión de no asistir al tedeum, admite una lectura lineal y otra intertextual. Lo que está debajo es el hastío de Alfaro porque la Nación ha sido pródiga en recursos con la Casa de Gobierno. Más aún: dado el fallo de la Corte en diciembre de 2015 (obliga a la Nación administrada por el macrismo a devolver a las provincias el 15% de la Coparticipación Federal que el kirchnerismo retuvo indebidamente desde 2006), Tucumán recibirá $ 4.100 millones extra este año. Y $ 6.200 millones extra en el electoralísimo 2019. En contraste, el Gobierno federal ni siquiera le paga a la Municipalidad, de su igual signo político, lo que le adeuda en obras públicas.
Si bien hay un obvio reclamo económico, la demanda es sobre todo política. Las encuestas de la Intendencia, al igual que las de la Provincia, dan cuenta de que al grueso de la población no sólo no le importan las posturas políticas: directamente, no las escucha. Es como si, aturdida por la estanflación (estancamiento económico e inflación), no pudiera “oír”, sino sólo “mirar”. Por eso el gobernador Juan Manzur, el vicegobernador Osvaldo Jaldo y, por separado, el senador José Alperovich “aparecen” a diario visitando obras de bajo impacto o entregando ayudas sociales o electrodomésticos. Por eso Alfaro, cuando superó las zancadillas radicales que trataron de vedarle el acceso a Mauricio Macri, tampoco difundió las fotos que ambos se tomaron en la Casa Histórica, a la hora de las empanadas, cuando los reunió Pablo Walter.
En cuanto al reclamo literal, el 9 de Julio bien vale una misa. Si Cambiemos deploró que el kirchnerismo eludiera los tedeum de Jorge Bergoglio de los 25 de Mayo, porque Néstor Kirchner y Cristina Fernández no querían oír los reproches sociales con los que el entonces cardenal desautorizaba “el relato”, mal puede incurrir Macri en igual conducta. Y en la Catedral tucumana lo esperaban el obispo de Concepción, José María Rossi; el arzobispo de Tucumán, Carlos Sánchez; y el cardenal Héctor Villalba, amigo personal del papa Francisco.
Optar por un gesto de cercanía con la Iglesia católica antes que con la Casa Rosada en tiempos de crisis es una decisión, por cierto, que en el Gobierno tucumano entienden acabadamente.
Estándares
Al gobernador le hubiera gustado una foto con el Pontífice durante su reciente gira por Italia, pero no pudo ser. Claro que la Casa de Gobierno ha dicho que no solicitó audiencia oficial, pero si a Manzur le pareció que acompañar al arzobispo Sánchez en la simbólica entrega del palio en El Vaticano era suficiente razón como para trasladarse hasta Roma desde Sorrento, en la costa amalfitana, es dable suponer que le hubiese encantado coronar ese periplo tomándose una foto con el argentino más poderoso de la historia.
A la Casa de Gobierno -aseguran en las cumbres del propio oficialismo- se encargaron de hacerle saber diplomáticamente, desde el Estado que tiene por lengua oficial el latín antiguo, que hay un doble estándar del manzurismo que genera incerteza. Y las dudas surgen nada menos que respecto del tema que más le importa al clero: el debate por la legalización del aborto en el país del Papa. Por un lado, Manzur ha sido uno de los primeros gobernadores en manifestarse contra la iniciativa. Pero él no vota en el Congreso. Sí lo hace un amigo suyo de los tiempos de la Facultad de Medicina, que lo sucedió en el Ministerio de Salud de la provincia y que es, en los hechos, el único diputado nacional al cual el gobernador contaba como “propio”. Pero Pablo Yedlin votó a favor del dictamen que obtuvo media sanción.
En el círculo íntimo del gobernador, el parlamentario ha merecido críticas sin concesiones. En los intrigantes pasillos palaciegos ya hay anotados para discutirle una eventual candidatura a intendente, postulación con la que Yedlin desempeñó un notable papel en 2015. Para completar el cuadro, al día siguiente de que Manzur anunciara su intención de reiterar la fórmula de gobernador y vice el año que viene, el diputado hizo declaraciones periodísticas advirtiendo que no era momento de hablar de candidaturas. La definición desencantó a influyentes hombres de la Legislatura, donde el teléfono más importante dejó de atender los llamados del ex ministro.
Pero que Manzur todavía no haya sonreído para la foto con el obispo de Roma no quita que suya ha sido, justamente durante este mes, la mayor definición política en lo que va del año: el anuncio de que repetirá con Jaldo, el año que viene, la yunta de 2015. Ese pronunciamiento, reordenó políticamente al mandatario, porque al hacer pública su apuesta por la reelección en la provincia se reacomodó como uno de los armadores nacionales para la lejana unidad del PJ. Pero, sobre todo, Manzur dejó en claro que a los tiempos políticos del oficialismo tucumano los pone él. Algo de lo cual, se ve, Alperovich no estaba anoticiado.
Manzur hizo todo cuanto le pidió su antecesor. Desde nombrarlo asesor ad honorem mediante un decreto nunca publicado en el Boletín Oficial (sólo la investigación periodística de Juan Manuel Asís hizo que se conociera su existencia), hasta sacarse fotos en la concesionaria del ex gobernador. Pero a la vez, su sonriente indefinición respecto de 2019 generó una guerra de nervios. Entonces el senador nacional, en una entrevista con LA GACETA, criticó la reforma política del actual mandatario, aseveró que él lo puso en el despacho principal de Casa de Gobierno y sostuvo que cuando quiera volver al sillón de Lucas Córdoba, lo hará. Inmediatamente, Manzur anunció la continuidad de la fórmula. Toda una respuesta.
Pero si la ratificación del matrimonio político con Jaldo representa un divorcio con Alperovich, todavía está pendiente la división de los bienes. Y esa cuestión inconclusa también habilita un doble estándar que no deja bien parado a Manzur. El senador no ha declinado su eventual postulación. Por el contrario, está en campaña en todas las plataformas. Esta semana Twitter tiene como cuenta patrocinada la del ex gobernador, quien invita a sumarse a su “página oficial” con la etiqueta #SiempreCerca. Esta situación plantea un absurdo político: el más encumbrado asesor de Manzur no descarta enfrentar a Manzur.
Como ya se avisó, la gran pregunta del poder es cuántos votos tiene Alperovich. El año pasado, entre las PASO de agosto y las elecciones generales de octubre, el oficialismo perdió 60.000 votos. El jaldismo responsabilizó al alperovichismo por la sangría y ahí comenzó el final de las relaciones del vicegobernador, entonces candidato a diputado, con el ex mandatario (y ahí también empezó a ajustar cuentas Alfaro con sus socios políticos que “jugaron al quedo” en la elección en que su esposa era candidata). Cambiemos, en contraste, se mantuvo firme en torno de los 300.000 sufragios. Inclusive, con más votos en octubre que en agosto. La amenaza que encarna Alperovich, entonces, es que su postulación divida los votos del peronismo y le permita triunfar a la oposición.
Gentilezas
Que el gobernador mantenga aún vivo el vínculo con Alperovich lo impugna para cuestionar el vivo vínculo institucional que Jaldo mantiene con Alfaro. Y Manzur nunca se ve jovial ante el “chichoneo” y el “chicaneo” que practican el titular de la Cámara y el intendente cuando coinciden en un acto público. Por caso, en las últimas dos oportunidades en la que cruzaron palabras, Manzur sólo se mostró interesado en consultarle a Alfaro cómo había gestionado su encuentro con el Papa...
Justamente, la ruptura que se ha verificado durante este mes decisorio es la del mandatario con el lord mayor, entre los cuales Jaldo trataba de introducir matices. El acto del 8 de julio en la Casa Histórica, cuando se cantó el Himno a la medianoche para recibir el 9, Alfaro ofició de predispuesto anfitrión y sólo recibió una indisimulada indiferencia del gobernador. El intendente devolvió las gentilezas al día siguiente, con un faltazo al desayuno que brindó el mandatario, al cual había sido convidado por el vicegobernador.
El desaire de Manzur zanjó una larga disquisición entre los funcionarios de Alfaro. Para unos, Jaldo hablaba por él y por Manzur; para otros, sólo lo hacía en su propio nombre. En este mes de definiciones, esa es una duda municipal menos.
Polaridades
Conforme la crisis económica arrecia en el plano nacional, el manzurismo se afianza en sus decisiones y se endurece en sus posturas. Parece seguro de 2019, y ciertamente no es para menos. Pero lo que julio enseña aquí, antes de partir, es que un actor político que subestima a otro, pierde. En las críticas declaraciones hacia su sucesor formuladas por Alperovich (quien en 2003 fue subestimado por una legión de dirigentes peronistas) se lee la subestimación respecto de que Manzur pudiera “animársele”. También Jaldo fue subestimado, no tanto por Alperovich como sí por una porción importante de su entorno, que daba por sentado que era el sujeto prescindible de la fórmula que gobierna. Y que a Alfaro lo apoden “el pícaro” es el inequívoco indicio de que ha sido histórica y equivocadamente subestimado.
El que subestima, por supuesto, se sobreestima a sí mismo. Con ese error político están hilvanándose las definiciones de julio. Y con ese mismo hilo se tejerán las de los próximos 12 meses.
Por caso, si Cambiemos lee que en el incubado enfrentamiento entre la Casa de Gobierno y la Intendencia hay una bipolaridad de la que es parte, se estará sobreestimando. El escenario, en todo caso, es multipolar en Tucumán. Pero esa multipolaridad, hoy, es puramente peronista.