“Vélez mereció el triunfo”. La frase de Darío Forestello se quedó corta, al igual que el resultado. El equipo de Gabriel Heinze superó claramente a San Martín en todos los aspectos: en lo táctico, en lo técnico, lo físico, y en lo mental también. El marcador no reflejó esa supremacía
Cuando además de marcar un gol, un equipo estrella dos tiros en los palos y uno en el travesaño -en los cuatro casos, en los pies de Lucas Robertone- y genera otras tres o cuatro llegadas clarísimas, mientras su rival no solo se queda en cero sino que prácticamente jamás hace peligrar el arco de su rival, la chapa final del 1-0 resulta mentirosa. En el “José Amalfitani”, el “Santo” brindó una imagen en sepia que contrastó con los colores brillantes que recientemente imprimió a su desempeño ante Boca por Copa Argentina, más allá de aquella derrota.
Si en Formosa el lamento pasó por la falta de contundencia y fortuna, en Liniers la preocupación adquirió otras dimensiones: fallaron los cimientos mismos de un equipo con pretensiones. No hubo juego asociado ni intensidad. San Martín, en definitiva, fue una sombra en la nublada siesta porteña.
En lo táctico se percibió pronto que Forestello perdería la batalla: porque en la Copa San Martín hizo lo necesario para neutralizar a Boca. A Vélez, en cambio, le dejó hacer su juego: abrir la cancha con sus laterales, llegar con los volantes internos hasta el área rival. Con pases filtrados y pelotas rasantes: así llegó al gol el “Fortín”, que contó con Robertone, Agustín Bouzat, Jhonathan Ramis y Matías Vargas como sus puntos más altos. El “Santo”, en contraposición, no pareció saber a qué jugaba. Porque también sufrió el bajo nivel de sus individualidades: errores no forzados en los pases, segundas pelotas perdidas, fallas posicionales.
No solo los laterales (Emiliano Purita y “Maxi” Martínez, y en el segundo tiempo Damián Schmidt y Matías García) defeccionaron en la marca, también los volantes creativos (Nicolás Giménez y García) estuvieron apagados. Y los delanteros (Gonzalo Rodríguez y Claudio Bieler, un escalón por encima de ellos Fabián Espíndola) lucieron desconectados y faltos de potencia.
Que “Taca” luciera incómodo y hasta cabizbajo, incluso sin cumplir con su habitualmente efectiva labor de pivot es un semáforo con luz amarilla tendiendo a roja. El equipo, además, careció de carácter y rebeldía para vender cara su derrota. San Martín pareció entregarse mansamente a su destino.
¿Y ahora, qué? La impaciencia crece y los plazos se acorta. Arregui, que de pelear por la permanencia sabe bastante, pidió paciencia tras el partido. “No hay que dramatizar”, resaltó el volante, quien explicó que el proceso de adaptación demanda tiempo. El problema es que luego de cuatro presentaciones el equipo no reacciona y Forestello dejó su futuro en manos de la CD. La respuesta se conocerá en las próximas horas. Mientras tanto, la pelota está en poder de los dirigentes que decidieron ponerla bajo la suela y hacer una pausa antes de devolver la pared o tirarla lejos para que todo empiece de nuevo.