Corromper a alguien con dinero o regalos para conseguir de él una cosa, generalmente ilegal o inmoral, es el significado del verbo sobornar, una palabra que acompaña a los argentinos en todos los ámbitos y a lo largo de su historia. En tiempos electorales, estas dádivas “bien intencionadas” que se esconden bajo distintos ropajes, salen a la luz, aunque eso tampoco parece importarles demasiado a quienes las promueven.

En la última edición de LA GACETA Play, se abordó la temática de los “mercaditos sociales”, un servicio que brinda el partido oficialista Acuerdo Federal, cuyos dirigentes venden alimentos y productos de higiene a precio de costo a cambio de afiliarse a ese espacio político. Para comprar es necesario afiliarse la primera vez o hacerlo en la segunda compra. Según constataron periodistas de nuestro diario, funcionan, por lo menos, cinco locales en distintos barrios. “Si te afiliás hay muchas ventajas: el sorteo de una moto por mes, y antes de que sean las elecciones el legislador siempre sortea un auto cero kilómetro. Todo te avisamos por WhatsApp. Lo ideal es que nos ayuden para que podamos seguir trayendo los precios cuidados”, contó una vendedora.

Algunos de los encargados de cargar la mercadería en el camión, abastecer los “mercaditos” y luego retirar la recaudación fueron candidatos por el partido Acuerdo Federal en 2015. La dirigente consultada dijo que para comprar es obligatorio ser parte de Acuerdo Federal, “la idea es sumar gente”.

Como se consignó en esta investigación, las prácticas clientelares pasaron de los históricos bolsones a otras modalidades que se presentan como “un servicio” al ciudadano. Las bolsas contenían azúcar, aceite, puré de tomates, polenta, sal, yerba y fideos. En las elecciones de 2011, un grupo de jóvenes escoltaba a los votantes desde que se bajaban del auto alquilado hasta la escuela y viceversa para que no recibieran más de un bolsón.

Ese mismo año, el oficialismo ideó el servicio de “mototaxi” para el acarreo de votantes. Los sorteos o regalos impulsados por algunos candidatos fueron otra modalidad. En las elecciones legislativas del 27 de octubre de 2013, se estimaba que el Gobierno provincial repartió alrededor de 350.000 bolsones, solo en la capital. Camiones cargados con bolsones, así como la misma gente llevando el “regalito”, fueron ampliamente filmados y fotografiados. Años atrás, el entonces presidente de la Corte de Justicia, Alfredo Dato, había afirmado que el bolsonerismo no era delito. Un legislador sorteó un automóvil en 2015 y otro candidato repartió 800 gallinas ponedoras entre los vecinos. En 2017, en la Banda del Río Salí circularon vehículos alquilados que trasladaban votantes y que tenían impresas figuras de animales: lobos, papagayos, gorilas y pulpos, entre otros. Servían para identificar a los espacios políticos.

La creatividad para continuar con esta práctica perniciosa que configura un delito penado por el Código Electoral Nacional, está siempre en movimiento como sucede, por ejemplo, con estos “mercaditos sociales”, donde la sutileza para conquistar votos es mayor.

Con estas acciones la dirigencia denigra al ciudadano porque busca comprar su voto por “un pedazo de pan”, valiéndose de su necesidad. Pero como se sabe es tan corrupto el que da como el que recibe. “Si el vaso no está limpio, lo que en él derrames se corromperá”, decía Horacio (65 AC-8 AC), poeta latino.