Por Andrés Ibarra
Vicejefe de Gabinete y secretario de Gobierno de Modernización de la Nación
La tecnología es una realidad que modifica todos los aspectos de la vida, desde el modo en que nos comunicamos, transportamos, hasta cómo trabajamos, pero más que nada, es un instrumento clave para la inclusión social.
Organismos internacionales como la UNESCO nos recuerda la importancia de que cada persona cuente con las capacidades para hacer realidad sus proyectos de vida. Esto, pensado en un contexto de avances tecnológicos que producen cambios constantes, obliga a replantearnos el rol de la tecnología como un aspecto indisociable de la vida cotidiana.
Sucede que hoy, saber leer y escribir no alcanzan las expectativas de la sociedad del conocimiento: también tenemos que generar las habilidades que nos permitan aprovechar todo el potencial de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs). Se trata de un nuevo lenguaje que habilita las posibilidades del siglo XXI.
Según Eric Schmidt, presidente del directorio de Google, todo el conocimiento generado desde el inicio de la civilización hasta el 2003 representa 6 exabytes de datos. Ese mismo volumen lo generamos hoy cada dos días. A su vez, un estudio de la revista Science nos dice que hoy sólo el 0,007% de la información del planeta está en papel.
Estar a la altura de las circunstancias será desafiante, este nuevo modelo de sociedad demanda que estemos conectados y podamos gestionar datos, comunicarnos con inmediatez y efectuar trámites en tiempo real a distancia, herramientas fundamentales en el mundo de hoy.
Sin embargo, como todas las innovaciones que merecieron el nombre de “nueva Revolución Industrial”, el avance de esta nueva tecnología todavía es dispar en todo el mundo: mientras que países como Dinamarca y noruega cuentan con más del 95% de su población conectada, el continente africano promedia un 25% de penetración. En nuestro país, hay 8,5 millones de hogares con acceso a Internet, un 62,4% de penetración.
Como dice el presidente, Mauricio Macri: “No existe igualdad de oportunidades si todos no podemos acceder a Internet”. Con la mirada puesta en la erradicación de esta brecha digital se concibió el Plan Nacional de Conectividad y Telecomunicaciones que llevamos adelante desde la Secretaría de Gobierno de Modernización de la Nación y cuya visión es lograr que todos los argentinos estemos conectados y, por ende, preparados para la economía que viene, donde la innovación y lo digital serán fundamentales para generar empleo. Se trata de un abordaje integral que contempla facilitar el acceso y la alfabetización.
Si los chicos, en el colegio, pueden acceder a material didáctico a través de la web, eso significa mejorar la educación. Si los trabajadores se pueden seguir capacitando o completar su educación a distancia, significa mejores oportunidades laborales. Si enfermeras y médicos pueden hacer telesalud gracias a la conectividad, significa mejorar la calidad de la salud.
Se trata de una acción urgente e imprescindible, de un instrumento para empoderar cuya implementación, como Gobierno, no podemos postergar. Estamos conectando localidades a través del Plan Federal de Internet, llevando conexión satelital a escuelas rurales, brindando herramientas digitales y sistemas de gestión a los municipios del interior, dando capacitación en los Puntos Digitales de todo el país, para que cada argentino tenga acceso a red, pueda informarse, estudiar, hacer trámites y/o trabajar desde cualquier dispositivo, en cualquier lugar del país.
Si bien se plantea a Internet como un gran impulsor del progreso, desarrollo y bienestar; se entiende que la accesibilidad no es un fin en sí mismo. La conectividad debe pensarse como un modo de adquirir nuevos conocimientos y destrezas relacionados con las nuevas formas de crear, gestionar, transmitir, presentar y comprender la información. Ese es uno de nuestros principales desafíos.