Vino, habló y se fue. Se llevó el “nosotros” a la Capital Federal, donde se siente más a gusto. Macri respetó las formalidades de la fecha patria: estuvo en la Casa Histórica, institucionalmente el lugar más emblemático del país, y dio un discurso de ocasión que además de las comparaciones con los próceres de 1816 bien puede interpretarse a la luz de los tiempos de campaña electoral. Ellos sabían qué cosas no querían nunca más, igual que nosotros, hoy podemos unir nuestras capacidades por ese gran sueño que es Argentina. Depende de nosotros, claro que se puede. Parece el final de una arenga política, una invitación al acompañamiento de su gestión.
Aunque pueda resultar una mirada cargada de ironía, cabe señalar que el Presidente habló de “nosotros” sin especificar si se refería a todos los argentinos o a un sector del país, enfrentado a los “otros”. Tranquilamente se puede decir que implicó una utilización de la fecha patria para dejar un mensaje político.
Incluso hasta el “fernandeando” que mencionó para aludir a Fernando VII, sonó más a una dedicatoria a los Fernández. ¿Tanta ironía es posible? Ningún político que se precie de tal deja pasar una ocasión para producir mensajes, menos cuando se está tan cerca de las PASO y de una elección crucial para la renovación de autoridades. Y menos que menos cuando se menciona una polarización extrema entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos: macrismo versus kirchnerismo, como les gusta pintar más a los extremistas en tono de dramatismo. Hay que motivar.
Recuérdense los 9 de julio en tiempos de los “K” al frente del Gobierno nacional, cuando el peronismo tucumano, además de los actos tradicionales por la Declaración de la Independencia, le preparaba al Presidente un plenario multitudinario en el parque 9 de Julio. Todo sirve a los fines de la acción política; unos la despliegan de una forma, otros de otra. A Macri y a su equipo parece sentarles más cómodo tratar de imponer un relato, mientras que los compañeros son más proclives a las reuniones masivas, a la efusividad de la militancia, a la marcha, a los discursos con contenido político explosivo. Lo del Presidente de ayer pareció seguir la línea macrista; desarrolló un mensaje para atrapar la atención y movilizar a los propios; tal vez por eso haya hablado del “nosotros”.
Tal vez no quiso abarcar más. Pisó una provincia en la que el peronismo, hace unas pocas semanas, se impuso de manera contundente. Hizo lo que las formas, mínimamente, exigían: estar en el lugar donde se declaró la Independencia y pronunciar un discurso alusivo. Estuvo muy poco tiempo en Tucumán, un poco más de una hora, lo suficiente como para cumplir con el protocolo.
Políticamente hizo algo más. En la provincia que se declaró electoralmente peronista el 9 de junio, el jefe de Estado se hizo acompañar por su candidato a vicepresidente, el senador Miguel Pichetto. Él también tiene su peronista que habla contra los “K”. En el poder central exponen al rionegrino como el puente que une al Gobierno con las fuerzas opositoras vinculadas al justicialismo; algo muy ambicioso. Macri lo mostró, al gobernador Manzur le resultó indiferente su ex aliado.
Nada es inocente, menos en esta época de proselitismo, por lo que cabe observar movimientos, gestos y discursos desde la perspectiva electoral. Se puede entender que se trata de una falta de respeto a la fecha patria; otros, que nada puede dejarse librado al azar. Si Macri no hubiese venido, seguramente las lecturas habrían sido de tinte electoral adverso. Al hacerse presente taponó esa posibilidad. Calló ese frente crítico.
Trajo a Pichetto, elogió el coraje de los hombres del siglo XIX e hizo sugestivas comparaciones con la realidad actual: Se jugaban el futuro de un país entero, tenían muchas ilusiones y entusiasmo, pero nunca es fácil cambiar de raíz lo que estuvo tan arraigado durante décadas, ahora nos pasa a nosotros. El “nosotros” apareció un par de veces en su discurso, pero con un rango de interpretación amplia en cuanto a que si aludía a “ellos”, el oficialismo, o si se refería a todos. El nosotros podría ser el Gobierno próximo a enfrentar a los otros en una elección crucial. Las lecturas dan para que se las hagan desde ambas orillas. En fin, un discurso impecable, o interesado.