Apartar a alguien o algo del lugar que ocupaba o prescindir de él o de ello. Descartar, rechazar o negar la posibilidad de algo. Dejar de formar parte de algo voluntariamente. Son algunas de las acepciones de excluir, un verbo que viene ganando algún protagonismo en los últimos años en nuestra provincia. La exclusión social es un fenómeno que se ha instalado como consecuencia de las vicisitudes económicas y del desempleo, el avance de la droga, entre otras causas. Esta realidad influye también en los adolescentes y ello se refleja en la deserción escolar.

Según el último informe del Observatorio Argentino por la Educación, solo el 61% de los chicos que ingresa al primer año del ciclo medio llega al último en tiempo y forma, mientras que en Tucumán, el porcentaje asciende al 58%. De acuerdo con la directora provincial de Educación de Jóvenes y Adultos, las mujeres llegan al último año en mayor proporción que los varones (68% contra 53%) y tanto en los planes de educación como en las iniciativas de terminalidad, ellas son las que más se anotan.

Los chicos que viven en barrios que han sido estigmatizados por la sociedad, son los más propensos al abandono escolar. En nuestra edición de ayer, se cuenta la historia de una adolescente de 16 años dejó de estudiar a los 13. Dijo que se aburría, por eso desertó. “Los maestros nos daban mucho tiempo para jugar y no nos enseñaban bien... me gustaba hacer la tarea. Mi materia favorita era gimnasia, yo quería que me enseñen más... pero sí quiero aprender porque ya me olvidé de todo. No sé multiplicar, no sé leer de corrido; voy a una iglesia evangélica y quiero leer la Biblia, pero no puedo. Siempre tengo que pedirle a alguien que me lea”, contó.

La funcionaria señaló que este año se incorporaron 10.000 alumnos a los cursos de terminalidad en distintos centros educativos; son 40.000 los tucumanos en la actualidad que cursan estudios para concluir la secundaria.

Un experto en adicciones que trabaja en zonas marginales, sostiene que la escuela sigue siendo un lugar encuentro contención y de refugio para muchos chicos, pero considera que es necesario repensarla para contenerlos mejor. “Algunos por su adicción; otros porque ya no quieren ir más, prefieren estar en la calle… muchas veces los docentes no tienen herramientas para contener a un chico en situación de violencia. Vemos a veces docentes devastados y hasta con cierto temor”, dijo. Manifestó que no hay dispositivos especiales para los chicos que se recuperaron de una adicción. “Son chicos ansiosos, muchos con daños neurológicos que deben adaptarse a modelos pedagógicos que no los contienen. Debería diseñarse un modelo especial para ellos, con otros tiempos y herramientas”, expresó.

El analfabetismo es la raíz de varios de los complejos problemas sociales de nuestra sociedad, como la delincuencia juvenil y el consumo de drogas. Una buena parte de estos chicos proviene de hogares marginales, cuyos padres, en su mayoría, carecen de educación. Nos parece que el Estado debería buscar la manera de no esperar que niños, adolescentes y adultos vayan a la escuela, sino ir a buscarlos porque por iniciativa propia posiblemente no lo harán; pero también capacitar a los docentes que deben desarrollar su labor en zonas difíciles. Solo con educación se logrará la inclusión de estos comprovincianos, que entonces estarán en igualdad de condiciones para aspirar a trabajos que les permitan vivir con dignidad.